El boxeo como vía de escape de una vida frágil e imperfecta (reseña)

Hace algo más de un año, una traductora «mu salá» me brindó la posibilidad de leer ese extraño librito que Joyce Carol Oates dedicaba al mundo del boxeo. Extraño porque, debido a esa educación patriarcal heredada, el hecho de que una mujer entienda y escriba sobre boxeo, que le apasione el deporte del cuadrilátero, resulta chocante. Pero hemos de agradecer que hayan personas que traspasen esas fronteras un tanto absurdas de lo que es propio de chicos y chicas. Así pues, Del boxeo, ese  ensayo sencillo, dramático y de una profundidad evocadora, me permitió reflexionar y, sobre todo, apreciar esa ceremonia del cuerpo a cuerpo.

Fue Carol Oates la que mostraba admiración por Leonard Gardner, la que confesaba que Fat City era, probablemente, la mejor obra que se haya escrito sobre boxeo, y yo, como ser caprichoso que soy, quise leerlo cuanto antes. Por casualidades de la vida, supe por el gran Javier Lucini, «guerrero» de Dirty Works, que se estaba gestando una nueva edición de ese ansiado libro, que al final ha llegado a mis manos gracias a la editorial novel Underwood, al frente de la cual se encuentra un Fernando Peña Merino que supo cómo engrandecer más aun la publicación de este ya clásico de la literatura norteamericana moderna al contar con Rubén Martín Giráldez para que se encargara de traducirlo. Con esos ingredientes, imposible que este debut pudiera fracasar, más bien todo lo contrario.

Fat City, sin embargo, no es una simple historia de boxeo o sobre el boxeo, es mucho más. Gardner supo crear a dos de esos personajes imperfectos que siempre captan toda mi atención: Billy Tully y Ernie Munger. Ambos intentan sobrevivir en un mundo que creen les ha dado la espalda, un mundo no apto para ellos y sus aspiraciones, aunque ni siquiera ellos saben realmente qué quieren hacer con su vida impregnada en alcohol —en el caso del primero— o de responsabilidades maritales —en referencia al segundo—. Es Tully el verdadero protagonista de esta historia situada en la localidad de Stockton, California, un lugar que tal y como lo describe Gardner es poco menos que un pequeño infierno de desesperanzas. El boxeo es el que une a los dos personajes, y en esta novela hay pasajes memorables —los momentos previos a los combates en los que uno de los púgiles intenta convencerse de que es el mejor y que va «matar» a su adversario, por ejemplo— en los que conocemos esos ambientes viciados propios de un deporte que siempre ha estado marcado con una especie de letra escarlata —apuestas, sobornos, perdición...—. No obstante, el boxeo es únicamente la vía de escape que tanto Tully como Munger creen tener para escapar de ese pozo de perversiones y ambiciones truncadas. En el fondo, no nos engañemos, este es un retrato sobre la disconformidad, sobre la debilidad y fragilidad del ser humano, sobre lo amarga que en ocasiones puede resultar la vida. Ambos son perdedores que no quieren asumir ese rol. Y a mí toda esa crudeza me llega al corazón, me atrapa. 

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