Encontrarse a uno mismo en una lengua y cultura ajenas (reseña)

¿Quién soy yo? Esta es una de las cuestiones existenciales más profundas y complejas de cuantas puede formularse el ser humano. No hay una respuesta única y clarividente, o mejor dicho, no hay una respuesta que nos satisfaga al cien por cien. Sin embargo, y pese a todos aquellos escollos o inconvenientes que puedan surgirnos a cada paso que damos, existen señales o pequeños indicios que nos ayudan a descifrar o desvelar nuestra «identidad». El lenguaje, la lengua, sería uno de esos rastros que seguir y que suele determinar nuestras raíces. Como digo, un primer paso. Pero, si renegamos de esa lengua, o entramos en conflicto con ella, ¿qué ocurriría?

La escritora Jhumpa Lahiri, nacida en Gran Bretaña pero de nacionalidad estadounidense, siempre ha realizado en sus novelas y relatos un ejercicio de introspección relacionado, precisamente, con su identidad, con saber quién es. ¿Es india, norteamericana o británica? ¿Su lengua es el bengalí o el inglés? ¿A qué cultura pertenece? Si esta dicotomía ya le resultaba difícil de resolver durante su infancia y adolescencia, ya en su madurez Lahiri quiso «complicarse» aun más su existencia al añadir una tercera lengua y cultura a su «yo»: la italiana.

En otras palabras (Salamandra) es el primer libro que la autora de Intérprete de emociones —primera de sus obras y por la cual recibió un Premio Pulitzer— ha escrito en italiano por decisión propia en una búsqueda de encontrarse o reencontrarse a sí misma. En esta especie de ensayo o relato introspectivo/confesional, Lahiri va narrando cómo tomó la decisión no ya de escribir en una lengua ajena a la suya, sino de vivir en una cultura teóricamente ajena a la suya. ¿Por qué? ¿Qué le motivó tal cosa? 

A lo largo de estas páginas sin pretensiones —de estilo, por ejemplo—, totalmente sinceras, Lahiri confiesa cómo empezó a escribir para reencontrarse en una vida en la que siempre ha nadado entre dos aguas, una vida que dio un vuelco cuando visitó por primera vez Florencia y se enamoró de un país y una lengua que nada tenían que ver con su pasado y su presente inmediato. Así, versa sobre la identidad, el extrañamiento y la pertenencia, protagonizando un viaje interior y también geográfico en el que desvela ese desarraigo sufrido, ese estado de extravío constante, pero también un descubrimiento que le abrió nuevas posibilidades, como por ejemplo elegir por fin quién quiere ser, si bien para ello tiene que renunciar, en parte, a quién fue. 

«Es un libro de amor, de sufrimiento. Cuenta una nueva independencia junto a una nueva dependencia, una colaboración y también un estado de soledad», remarca la autora en esta especie de autorretrato o de autobiografía lingüística en la que nos habla de las dificultades por aprender una nueva lengua, sus riesgos y retos, pues se siente una huésped, pero ese deseo de aprehenderla es mayor y más importante en esa búsqueda o regeneración del ser. Los conflictos internos, la tenacidad que demuestra por resolverlos y esa pasión por el propio lenguaje hacen de esta obra un viaje fascinante. 

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