Un viaje introspectivo por la Vía de la Plata extremeña (reseña)

Si consideramos el discurrir de la propia vida un viaje, la literatura ha sabido captar ese espíritu de exploración y aventura, de riesgo y decisiones, de cicatrices y heridas, de risas y llantos. La literatura nos ha permitido descubrir una serie de paisajes y territorios —reales o imaginados, físicos y espirituales— de valor incalculable. 

Desde la Odisea de Homero o el Libro de las maravillas del mundo de Marco Polo, hay una larga tradición de lo que podríamos denominar como «literatura de viajes», narraciones que además de su valor literario enriquecen nuestra percepción del mundo y sus rincones, ya sean estos exóticos o simples emplazamientos situados un par de calles más allá de nuestro hogar. 

En el siglo XIX, en España, se produjo un auge de este género o subgénero literario protagonizado, en su mayor parte, por autores extranjeros que decidieron emprender una marcha solitaria por nuestra geografía con el propósito de recrear nuestras costumbres y actitudes, como si se tratara de un trabajo de campo antropológico, aunque eso sí, con un aire romántico, propio de una época en la España, sobre todo el sur, era una especie de paraje exótico.

Muchos de esos viajes no son únicamente descriptivos, si no, más bien, introspectivos. El autor emprende la marcha para buscar un significado a su propia existencia, se prueba a sí mismo, y prueba su relación con el entorno y con el otro. Son viajes sanadores, de cuerpo y mente.

En su libro Estar no estando. Un viaje extremeño (Pre-Textos), Antonio Moreno, poeta, comparte su particular andadura por las cañadas y veredas frecuentadas desde tiempos inmemoriales por los pastores trashumantes que desde las dehesas extremeñas marchaban hacia Astorga y el norte peninsular. 

Moreno necesitó hacer un paréntesis en su rutina para replantearse una serie de cuestiones que iban más allá de lo puramente ordinario. Así, traza un itinerario geográfico y mental, sin pretensión alguna, a priori; si bien, poco a poco aquello que ve y siente le va cautivando, le va impregnando, hasta el punto de plasmar sobre el papel esas experiencias y detalles que trasladan al lector a un paisaje onírico.

Los textos que se encuentran en esta especie de dietario están cargados de simbolismo, son poesía en movimiento, reflejos de un sentir profundo que de un modo u otro nos cautiva, como nos cautivan los relatos en los que la figura del flanêur está muy presente, ese observador que vaga sin rumbo. Asimismo, Antonio Moreno nos recuerda también a esos autores amantes de la naturaleza, como Thoreau, enamorados de la fuerza vital de la propia existencia. 

Este recorrido por la Vía de la Plata es un encuentro (o un reencuentro) de una carga emocional sensible y atrayente. En estas páginas reside una gran belleza, que es la belleza del pensamiento y de la misma condición natural del ser. Poesía en movimiento. 

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