Mapa emocional y directo sobre la condición femenina (reseña)

Tuve ocasión de entrevistar a Margarita García Robayo tras la publicación en España de su novela Lo que no aprendí (Malpaso). Ya les adelanto que ese ejercicio de memoria, que realizaba a través del relato de una niña que narra su historia con una mirada infantil, inocente, curiosa y frágil, me sorprendió. Bueno, en realidad me cautivó tanto, que esa fue la razón de querer conversar con la autora colombiana —aunque residente en Buenos Aires—. En nuestra charla, García Robayo me decía que «reconstruir la memoria es un ejercicio complejísimo», y eso es algo que vuelve a quedar patente, creo yo, en Primera persona (Editorial Tránsito).

En el conjunto de textos que encontramos en el tercer libro de esta joven editorial madrileña, al frente de la cual se encuentra Sol Salama, la colombiana vuelve a jugar con la autoficción, construyendo de nuevo una memoria —no sabemos si real o no— en la que versa sobre hechos o situaciones que, debido a la educación recibida —no sólo la suya, sino la de todos—, concebimos como impropias, al presentarnos a una mujer que habla sin tapujos de su sexualidad, del proceso no exento de peligros y dudas de la maternidad, de la lactancia y cómo enfrentarse a ella... Es decir, García Robayo se atreve, en cierto modo, a desafiar esos tabúes, límites o barreras que impiden hablar sin tapujos de todas aquellas problemáticas y miedos, los anhelos y deseos de cualquier mujer. 

En uno de los sietes relatos que comprenden este libro, titulado «Mi debilidad», ofrece una pista evidente de la naturaleza de estos escritos en el subtítulo que lo acompaña: Apuntes desordenados de la condición femenina. Efectivamente, estamos ante una serie de apuntes, de recuerdos —disfrazados o no, ficcionados o no— en los que la escritora narra en primera persona, con total sinceridad, pasajes de su infancia y adolescencia, de su entrada la madurez... Todo de un modo muy directo —gracias al uso de esa primera persona—, lo cual, en ocasiones, llega a noquearte, a dejarte una rara sensación en el cuerpo; quizá porque no estamos del todo acostumbrados a leer confesiones íntimas tan profundas. 

El uso de ese estilo tan atrevido no exime de sutileza todos y cada uno de estos textos que fueron publicados de forma independiente y que ahora conforman un todo, creando un mapa emocional inteligente y necesario para, como digo, romper con el veto de las mujeres a expresar libremente sus preocupaciones. En la literatura de García Robayo siempre me ha atrapado el hecho de querer crear una metáfora de lo vivido, de comprender ese mundo (su mundo) de recuerdos para llenar los vacíos, para darle forma a lo ausente, para reflexionar sobre su propia identidad, como mujer, como escritora, como persona en un mundo que, en pleno siglo XXI, sigue siendo corto de miras.

Primera persona explica un mundo complejo en el que siguen habiendo heridas abiertas, aún por sanar, de eso no hay duda. Sin embargo, es un libro en el que se trata de encontrar un rumbo, una voz, alejándose de toda incomodidad preconcebida, rompiendo esquemas. 

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