Una locura narrativa, una sátira ejemplar (reseña literaria)

William Fisher, retengan ese nombre, hagan el favor. Este, aparentemente, hombre sencillo es capaz de arrancar la carcajada a cualquiera. Trabaja en el Instituto de Ciencias de Boston como administrador, lleva una vida que podríamos tildar de rutinaria, con una novia rutinaria y unos amigos rutinarios. Sin embargo, todo cambia un buen día de la forma más estrambótica que se nos pueda ocurrir. Durante una excursión a la mundialmente conocida laguna Walden, lugar donde Henry David Thoreau se retiraría durante dos años, dos meses y dos días a mediados del siglo XIX para vivir en plena naturaleza y sentirse libre, nuestro protagonista sufre un extraño accidente. Fisher se resbala al pisar la superficie helada del lago y en la caída se da un contundente golpe en la cabeza. 
¿Por qué resbala William Fisher en el lago Walden? El fantasma del propio Thoreau se le aparece como por arte de magia. ¡Normal que uno pierda el equilibrio ante esa imagen espectral! Tras unos instantes en los que el conocimiento parece haberle abandonado, Fisher se levanta. Está bien, pero no está bien. A partir de ese momento toda su vida da un giro de 180 grados y el Fisher que creía ser dejará paso a un Fisher excéntrico, un hombre que, sin quererlo ni beberlo, se convierte en el líder de una revolución puesta en marcha por los vagabundos y borrachos de la ciudad de Boston, es el foco de todas las atenciones. Perseguido por la policía, Fisher se convierte en un proscrito, un ser que busca escapar de la extraña, por no decir bizarra, realidad en la que vive. Todo ello con la inestimable compañía de su violín sin cuerdas, Don Chirridos, elemento que desempeña un papel vital en toda esta sátira de la modernidad. 
Hasta la fecha ninguna de las obras de Todd McEwen se habían traducido al castellano. Menos mal que Automática Editorial se encargó de conferirle la importancia que merece a este autor que ha hecho del sarcasmo un modo de evidenciar los errores que todos y cada uno de nosotros solemos cometer y que hacen de este mundo un lugar donde el absurdo siempre está presente. McEwen critica y caricaturiza a la sociedad, la convierte en un juguete en manos de su personaje William Fisher, quien se ha ganado un hueco en mi corazón gracias a todas las hilarantes situaciones que llega a protagonizar --incluida la escena de sexo más graciosa que he leído jamás hasta la fecha--. Boston: sonata de un violín sin cuerdas es una obra que, dicho de forma coloquial, “te quita todas las penas”.

Comentarios

Ana Blasfuemia ha dicho que…
Debemos estar agradecidos a estas editoriales pequeñas e independientes, alejados del tipo de lectura más comercial, que nos traen joyas a las que de otra forma difícilmente podríamos acceder.

Tomo buena nota de este libro que nos traes. Saludos

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