Literaturas radicales que enamoran (Columna de prensa)

No quisiera parecer uno de aquellos personajes melancólicos y nostálgicos de las novelas, pero me gustaría hacer una de esas miradas hacia el pasado que, de tanto en cuanto, merecen un hueco en nuestras memorias. Sin ir más lejos, esta semana dos de las mayores editoriales españolas, Anagrama y Tusquets, celebraron sus 40 años de existencia. Un hecho importante, porque significa que durante ese período de tiempo hemos disfrutado --algunos-- de obras y autores que, sincera y sencillamente, son geniales. Ambas empresas del libro son, junto a Ediciones B, Planeta o Random House-Mondadori, las que mueven todo el mercado editorial en España. Todas ellas han hecho, en un momento u otro de sus trayectorias, fuertes apuestas por obras que, a la postre, han resultado auténticas joyas de la literatura universal. Sin embargo, en otras ocasiones han publicado a autores de dudosa reputación --lo que no significa que sean de peor calidad literaria--. Uno de esos nombres es el de Charles Bukowski. Un auténtico "granuja" que ha marcado una de las series más extrañas y atractivas, a mi parecer, de las publicaciones que Anagrama ha realizado hasta la fecha. Bukowski, un hombre alcohólico y misógino --un "tipo duro", como dicen algunos--, entró en mi vida hace ya unos años durante una estancia en la feria de literatura ‘Fet a Méxic’ que tuvo lugar en Barcelona. Entre charla y charla ojeaba las páginas de su obra autobiográfica El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco. Desde ese momento, siempre que deambulo por las librerías de Castellón como Babel y Argot, no dudo nunca en buscar alguna otra pequeña joya de este autor tan radical. ¿Y saben qué? Siempre las encuentro. Tengo suerte de contar con esos rincones dedicados al libro en Castellón.

Charles Bukowski visto por John Cuneo

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