Cuando Boswell encontró a Kant (reseña literaria)

Siempre he sentido cierto interés, no sé si exacerbado, en ese tipo de personajes pasados cuya meta en la vida radicaba en la exploración de nuevos mundos, en saciar su curiosidad a través de los constantes viajes, en buscar mediante la conversación el arte del buen entendimiento. Quizá ese interés --o envidia, según se mire-- se deba a ese sentimiento aventurero de cuando era niño, esa época en la que soñar estaba bien visto y permitía mantener viva la ilusión.
James Boswell simboliza perfectamente esa clase de seres inquietos, viajeros y viajantes, aunque bien es cierto que su posición acomodada le permitía tales licencias. Alumno de Adam Smith --uno de los padres de la economía clásica--, el abogado y escritor escocés se hizo famoso por biografiar la vida de Samuel Johnson, gran amigo suyo. Vida de Samuel Johnson, que así se llamó la obra, está considerada como una de las mejores biografías jamás escritas. Precisamente, de esa amistad que unía a ambos, crecería el sentir literario de Boswell que se materializaría tras los numerosos viajes que realizó por Europa, viajes que le permitieron conocer a algunos iconos del pensamiento ilustrado y personajes variopintos. Así, Boswell tuvo la posibilidad de compartir “mesa y mantel” con Rousseau, Voltaire, David Hume o el general Pasquale Paoli. A raíz de esos encuentros, y no contento con haber sido reconocido como el primer “biógrafo moderno”, Boswell dio forma al género de la entrevista tal y como la entendemos a día de hoy. Entre sus “víctimas” se encontró, nada más y nada menos, que Immanuel Kant.
La editorial La Uña Rota nos concede el privilegio de descubrir ese encuentro en Königsberg entre Boswell y Kant en una edición bilingüe traducida de forma exquisita por el desaparecido Miguel Martínez-Lage, James Boswell visita al profesor Kant. Gracias a esta lectura uno puede saber que “el señor Kant es de pequeña estatura, extremadamente flaco, y tiene un hombro más alto que otro. Tiene la frente alta y despejada, y los ojos azules, grandes, en los que asoma una mirada melancólica, aunque su porte es vivaz, tanto que en nada recuerda al de un pensativo y apesadumbrado metafísico”. Ante tales descripciones, pequeños secretos y detalles minuciosos, uno se queda perplejo, con ganas de haber sido testigo directo de tal conversación entre “estofado de balacao, rábanos, pudin de centeno, frutas en conserva y vino viejo de las Canarias”.

Comentarios

vilma ha dicho que…
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