¿No es hora de cambiar las cosas a través de la cultura? (Columna de opinión)

Nos están haciendo pobres. Pobres de espíritu, de intelecto. No acabo de entender el afán por suprimir la esencia del ser humano: su cultura. La diversidad y responsabilidad individual han dado paso a la confusión, el miedo, la falta de sentido y la pasividad. Todo en pro de un bien común que no existe, porque --no nos equivoquemos-- nunca hubo ni habrá un sistema político y social que agrade a todo el mundo.
Reconozco la precaria situación económica que vive nuestro país. Reconozco también que, para nuestra desgracia, los mercados financieros son los auténticos reyes, aquellos que deciden a su antojo qué necesitamos. No obstante, me niego a reconocer que el problema existente hoy día sea estrictamente monetario. El dinero, amigos míos, no lo es todo. Por eso, no creo en las palabrejas de esos parlanchines que supuestamente rigen nuestro destino. Esa incredulidad se fortalece aún más cuando uno se fija en el humo que venden los distintos medios de comunicación. No es para menos. Sinceramente, hacer que un país al borde de la quiebra se preocupe por el estado de ánimo de un futbolista multimillonario es una broma pesada. Con esto quisiera incidir en la problemática real, que no es otra que la falta de moral, la pérdida total de criterio. Premiamos a los necios. El filósofo José Antonio Marina dice que esta es “una sociedad enferma”. ¿No es hora de cambiar las cosas a través de la cultura?

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