Una pizca de dignidad, de lucidez y decencia (Columna de opinión)

Siento rabia y un profundo pesar. Siento vergüenza y un malestar que poco a poco me consume por dentro. Estamos al borde del abismo, flirteamos con el terror y la dignidad se desvanece. ¿Se puede ser tan mezquino? ¿Es moral que unos pocos necios se rían abiertamente de los trabajadores? ¿Cómo reparar todo el daño causado? La conciencia siempre había sido la clave. Una conciencia que ahora se ha esfumado --se marchó entre los gritos acallados de una sociedad que ha sido vapuleada--. Arthur Schopenhauer decía: “Nuestro mundo civilizado no es más que una mascarada donde se encuentran caballeros, curas, soldados, doctores, abogados, sacerdotes, filósofos, pero no son lo que representan, sino solo la máscara, bajo la cual, por regla general, se esconden especuladores de dinero”. He ahí la clave de todo: el maldito dinero que lo corrompe todo y a todos.
Será que cada día que pasa me vuelvo un ser desencantado con su realidad. Será, que los despropósitos se suceden uno tras otro dando rienda suelta a la estupidez humana, y así nos va. ¿Y quién tiene la culpa? Ni lo sé ni me preocupa en exceso saberlo. Culpar solo sirve para aliviar momentáneamente la ira. Y yo no busco alivio momentáneo, busco una pizca de dignidad, busco señales de lucidez y decencia. Vivimos en una sociedad que se tornó medio loca, donde se ningunea al prójimo y se premia al infractor. ¿No se dan cuenta de lo insostenible de esta situación? Ya basta.

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