Lydia Davis demuestra su poderío narrativo breve (reseña literaria)

Sueños, juegos de palabras, pruebas, estudios, anotaciones, ideas, cartas ficticias, dudas... En Ni puedo Ni quiero (Eterna Cadencia), la estadounidense Lydia Davis demuestra por qué es una escritora mayúscula, capaz de dominar cualquier tempo, modo narrativo y lenguaje. Nada escapa a su virtuosismo literario, lo cual deja al lector perplejo ante tal demostración de poderío --a mí, al menos, me dejó perplejo--.
Tras la pequeñita decepción que supuso para mí la lectura de El fin de la historia (Alpha Decay), su primera novela ahora traducida al castellano --me cansé mucho de esa protagonista que duda hasta la saciedad--, debo confesar que este conjunto de relatos no solo me ha devuelto la plena confianza en esta autora, si no que la ha situado en un escalafón bien alto en mi lista de predilectos. En otras palabras, me rindo ante sus pies y me considero un fiel devoto.
Hay textos en este libro absolutamente magistrales, como Las focas, donde aborda la relación de la narradora con su hermana mayor, ya muerta, evocando una serie de recuerdos familiares que, en más de una ocasión, te sumergen en una profunda congoja, y donde el grado de intimidad que se crea es brillante. También existen relatos que son puro divertimento --inolvidable y podría decir que hasta desternillante es el hecho de que Davis capte y mantenga tu atención escribiendo sobre vacas; sin embargo, lo logra con creces--, una especie de comentarios y observaciones de la vida cotidiana, en los que la autora se fija en esos detalles que, a priori, no despiertan interés alguno pero que pueden sorprenderte en más de una ocasión.
Está claro que Lydia Davis sabe jugar, divertirse con el lenguaje, con las estructuras narrativas, con el género del relato breve que tan magníficamente domina. Por el momento, puedo asegurar que este libro es inclasificable, de un atractivo superlativo, pues en todos y cada uno de los fragmentos que leemos existe un atisbo de innovación que se agradece enormemente. Ironía, humor, elocuencia... Excelente apuesta de Eterna Cadencia, y una grandísima oportunidad para acercarse a esta autora genuina. 

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