Una historia de desamor “ruso” con toques de jazz (reseña literaria)

La vida de cada uno está plagada de historias de amor y desamor, de encuentros fortuitos y relaciones truncadas, de esperanzas y decepciones. Existen múltiples factores por los cuales uno nunca se siente del todo satisfecho, siempre nos falta algo, un algo que creemos poseer cuando nos enamoramos y emprendemos esa vida conjunta repleta de ilusiones, hasta que uno de los dos se cansa, o pierde el interés, o cree haber encontrado otro amor mucho más fuerte y tentador. Por tanto, llegamos a la conclusión de no estar a salvo del desengaño, nunca. 
En Kapatov o el deseo (Balduque), Verónica Nieto versa sobre una pareja que acaba de romper. Él no acaba de comprender el por qué. Ella parece haber pasado ya página. Él se ve incapaz de retirar las cajas y cajas embaladas con sus cosas, las de ella. Y pasan los días. Y se pregunta qué salió mal, qué pudo haber hecho para mantener viva la relación. ¿Tener un hijo? ¿Estar más presente? ¿Qué, qué, qué? De nada sirve. La perdió.
El protagonista es un contrabajista de jazz de origen ruso que encontró su sitio, su lugar, en Barcelona. Su nombre es Sasha y cuando cree que puede redirigir su vida tras la ruptura se ve obligado a volver a su país para renovar su carta de identidad. Ese viaje supone una vuelta a un pasado que prefiere olvidar. Mientras asistimos a este relato, poco a poco se intercala el diario personal de Marta, la chica que acaba de separarse de él, un diario de sus años universitarios en los que escribe sobre literatura rusa y su vida amorosa.
Nieto ofrece una novela con dos perspectivas, dos voces que se superponen. Reconozco que la historia de Sasha me resulta mucho más atractiva, pues está plagada de referencias de jazz, lo cual hace las delicias de los amantes de este género musical --como un servidor--; y la vuelta a su ciudad natal, con esos reencuentros emocionales con su familia y amistades permite a lector ciertas reflexiones sobre la identidad.  El diario de Marta, por contra, me satura en ocasiones. Aprecio y aprendo de los autores rusos que cita, de sus novelas que nunca leí pero que ya quiero leer, pero cuando escribe sobre sus dimes y diretes pierdo el interés. 

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