Una historia personal a través de la mirada (reseña)

Hay textos que a uno le impresionan más por motivos muy concretos; tanto le impresionan que sufre de cierta incomodidad o, más bien, empieza a sentirse inseguro. La culpa, si es que hablamos de culpabilidades en estos casos, es del autor o autora, y de su capacidad para transmitir unas sensaciones con las que, de un modo u otro, uno llega a identificarse. Me explico. 

En El trabajo de los ojos (Las afueras), Mercedes Halfon, a través de la protagonista del relato, habla de sus problemas de visión, unos problemas que provocan en ella una distorsión emocional de su realidad. Sabemos, nos cuenta Halfon, que esta mujer sufrió de estrabismo de pequeña y de cómo esa bizquera, unida a su hipermetropía y astigmatismo, marcó su infancia y adolescencia, y también su adultez, pues siente pánico, llegado el momento de ser madre, de que su hijo herede ese problema ocular. Toda esa inestabilidad, que la periodista y escritora argentina describe de un modo fragmentario —a través de unos textos que en ocasiones parecen meras anotaciones o apuntes—, llega a contagiar al lector de tal modo que, al igual que la protagonista, uno comienza a dudar de su visión, empieza a preocuparse y no sabe hasta qué punto sufre o no sufre una enfermedad que antes no consideraba como tal. Dicho de otro modo, Mercedes Halfon ha logrado, a través de esa construcción de su propia autobiografía ocular, que quiera visitar de nuevo a mi oculista para saber si debo o no debo elevar mis cuidados. Y puede que esto les parezca una broma, pero como les digo, que un texto logre tal impacto en uno significa que este relato está muy pero que muy logrado. Es más, charlando con el escritor mexicano Eduardo Ruiz Sosa, éste me insistió en que lo importante de la literatura es que te afecte, que algo que no sabes muy bien qué es te golpeé, te sacuda. Y este pequeño libro de Mercedes Halfon me ha afectado, por su contenido pero también por su continente, claro, por esa mezcla de memoria, autoficción y estudio oftalmológico —disfruté y aprendí muchísimo de la historia, para mí desconocida, de Louis Braille, Joseph–Antoine Plateau y George Bartisch, lo cual agradezco—. 

Es este texto un híbrido, un conjunto de miedos e inseguridades que se revelan con sutileza y que vienen a ejemplificar, nada más y nada menos, que los propios miedos e inseguridades de toda vida. La relación con su madre o sus recuerdos de cuando niña no hacen sino alimentar ese nexo o ligadura con el lector, con el que comparte también esos conocimientos científicos a través de los momentos en que narra el tratamiento experimental al que fue expuesta. Todo ello, a través de un estilo cuidado, que no se excede y no precisa de efectismo. 

Difícil definir esta obra extraña que también incide sobre la escritura o las distintas formas de escritura según las distintas formas que uno tiene —o puede verse afectado— de mirar. Quizá no haga falta, quizá sea mejor dejarse llevar por su sutileza, por esa forma de alternar géneros, por su modo de acercarse al mundo. 

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