Las clases magistrales de Wislawa Szymborska (reseña)

La celeridad con que discurre la vida en estos tiempos de la globalización provoca que se publiquen al año una incesante cantidad de libros. Imposible leerlos todos. Imposible dedicarles la atención que quizá merecen en el momento de su aparición en librerías y en todo tipo de suplementos literarios. Es más, la mediatización de algunos de estos títulos provoca en el lector un ansia que en la mayoría de los casos es contraproducente; de ahí que algunos prefiramos abordarlos una vez haya pasado esa vorágine, en parte para evitar convertirnos en «lectores malogrados» o fallidos, término de Wislawa Szymborska y del que me apropio, si bien para la premio Nobel polaca esos lectores malogrados son fallidos en tanto que «sufren» la mala literatura. 

De «lectores malogrados» hace referencia la poeta en uno de los breves comentarios que durante años ofreció en la revista Vida Literaria, donde se sabe, a pesar de firmar bajo pseudónimo, que coordinaba una sección que bien podríamos definir como un «consultorio de escritores» y donde repartía estopa a diestro y siniestro con su habitual y particular fina ironía. Muchos de esos comentarios son los que podemos leer —y gozar— en Correo literario (Nórdica Libros), título publicado en 2018 y que, pese a no ser una novedad, merece la atención por un motivo muy concreto: conocer la verdadera opinión de Szymborska sobre qué es literatura.

No resolveré ningún misterio si digo que esta lectura proporciona momentos de sumo placer por el humor subrepticio de sus reflexiones, una reflexiones del todo eruditas y en las que se permite el lujo de aconsejar o desaconsejar a los codiciosos aspirantes a poeta con argumentos infalibles si lo que realmente interesa es la supervivencia y bienestar de lo que entendemos por literatura y poesía. Leyendo estos comentarios no pude evitar sentir una similitud con la época presente, en la que existe un nutrido grupo de escritores y poetas por metro cuadrado  —al menos, ellos se consideran como tal—. En este sentido, le envidio la valentía y el atrevimiento por hacerles ver que la escritura es una cosa más seria de lo que creen, que no todo es juntar letras sin más. 

Estoy convencido que muchos de los «afectados» por los comentarios de Szymborska le recriminarían o no aceptarían sus consejos, pues todos somos, en mayor o menor medida, recelosos o susceptibles cuando nos dicen «la verdad». Sin embargo, el tono a veces demasiado directo y jocoso de la autora tenía un propósito muy claro: hacerles entender cosas elementales de sus propia escritura para que reflexionaran sobre sus textos, para que los trabajaran y fueran mínimamente críticos consigo mismos. Un noble objetivo a mi entender. Szymborska les animaba a que leyeran libros, a que se fijaran en los típicos errores de principiante. Dicho de otro modo, la poeta les estaba ofreciendo sus conocimientos, les daba una clase magistral que ahora, a través de esta recopilación, nos llega también a nosotros. Una lectura amena, enriquecedora y, sobre todo, una lectura de la que quisiera «copiar» ese espíritu de crecimiento intelectual. 

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