Los viajes de un intelectual desconcertado durante la Revolución rusa (reseña)

Existen momentos determinados del pasado siglo que marcaron el devenir de nuestra historia. Hitos o sucesos concretos que dibujaron el mapa actual de Europa y el mundo tal y como lo conocemos hoy. La mayoría, por no decir todos, tiñeron de rojo la tierra con la sangre de inocentes y provocaron el llanto de miles de almas. Uno de esos instantes de transformación fue el que se gestó en el inicio de 1917 como una de las secuelas de la llamada por entonces Gran Guerra: la Revolución rusa.
Sabemos que en febrero de ese año el zar Nicolás II se vio obligado a abdicar y que la gigantesca Rusia, espoleada por los bolcheviques y mencheviques, pronto sufriría un profundo cambio social y político. En octubre, el Palacio de Invierno de Petrogrado sería asaltado por grupos proletarios organizados en soviets y personajes como Vladimir Lenin o León Trotsky se erigirían en las cabezas visibles de un movimiento que encabezaría una reconversión dejando atrás la sociedad aristocrática propia del régimen zarista para dar paso al primer sistema comunista de la historia. A todo ello le siguió una cruenta guerra civil, con la consecuente victoria de los bolcheviques y el nacimiento de la URSS.

Viktor Shklovski fue, como tantos otros, un testigo de excepción de todos estos acontecimientos que abrieron paso a una nueva Rusia, a un nuevo sistema de organización, a un nuevo sueño, a una nueva represión. Crítico, escritor y panfletista, Shklovski fue uno de los primeros teóricos del llamado formalismo ruso, desarrollando para mi sorpresa y la de muchos lectores que se acerquen a su obra el concepto de «extrañamiento» en literatura. Ni qué decir tiene que el descubrimiento de su figura, de su trabajo, ha sido una auténtica revelación.

Publicada en España en 1972 por Anagrama y rescatada en 2019 por Capitán Swing, Viaje sentimental es una obra que podría considerarse una especie de novela de no ficción, valiéndonos del término que hizo célebre Truman Capote, si bien estamos ante una serie de escritos que narran el viaje del propio Shklovski por Rusia, Persia, Ucrania y el Cáucaso durante ese periodo convulso de la Revolución rusa. El subtítulo «Recuerdos de 1917-1922» acota aún más si cabe las andanzas del intelectual que fundó el Opoyaz (Sociedad para el Estudio del Lenguaje Poético), para sumergirnos de lleno en unos tiempos complejos a todos los niveles. 

A la manera de Laurence Sterne —del que sabemos que el autor ruso estudió a conciencia—, Shklovski revela sus impresiones sometiendo, como bien explica Richard Sheldon en el prólogo, «los hechos de sus memorias al intrincado aparato formal» del escritor de Tristam Shandy, es decir, marcada por disgresiones teóricas y críticas. ¿El resultado? La descripción del viaje de un desconcertado intelectual sacudido por todo tipo de violencias y crueldades, provocando una profunda reflexión sobre la falibilidad de la naturaleza humana. Shklovski rebosa erudición, ironía y sarcasmo con un estilo y una poética que pone a prueba la atención y, sobre todo, el gusto del lector. Una obra experimental y una memoria en forma de novela efectiva. 

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