Defender la desmemoria y el olvido como aprendizaje (reseña)

El olvido forma parte de la vida y, siendo como es algo inherente a nosotros mismos, solemos considerarlo como algo negativo. Olvidar no está bien visto, a menos que uno olvide o intente olvidar un hecho traumático, y ni aún así. Solemos penalizar a quien olvida, ya sea con una sencilla reprimenda o con un castigo mayor. Y es que la mayoría de las sociedades se han erigido, en gran parte, en el recuerdo, y han buscado sustentarse en él. 

Recordar parece ser necesario, pero es igualmente necesario olvidar, como intenta hacernos comprender Lewis Hyde en su obra Breviario del olvido (Siruela). Es esta una compilación de textos y reflexiones que el poeta, ensayista y crítico cultural estadounidense —alguien a quien David Foster Wallace consideraba «una verdadera estrella de la literatura de no ficción»— ha reunido para, como él mismo afirma en una especie de preludio, «poner a prueba la proposición de que el olvido pueda ser más útil que la memoria o, en el ultimísimo de los casos, que la memoria funciona mejor en tándem con el olvido». Y no es que Hyde quiera alabar el olvido o denostar la memoria, no. Nada más lejos. No obstante, sí busca trazar una línea entre ambas facultades de la mente para, de algún modo, reivindicarlas o, más bien, equilibrarlas.

Ya sea mediante aforismos, pasajes de su vida privada, o reflexiones en torno a determinados acontecimientos que han marcado la historia, Hyde persigue crear una especie de corpus sobre el que descifrar una parte esencial de nuestro yo, como es la memoria y la desmemoria, intentando no poner límites a nuestro conocimiento. Y es que existe una especie de reticencia o una barrera imaginaria que impide reconsiderar el papel del olvido a lo largo de nuestra existencia, cuando no debemos obviar que ciertos traumas es mejor abandonarlos; más vale no aferrarse a ellos si lo único que podemos sacar es dolor y sufrimiento. Así, quizá podamos ver ese ejercicio de desmemoria como una bendición o un bálsamo, una forma de reconciliarnos con la vida. ¿No?

Si algo me fascina de la lectura de esta singular obra, que de forma muy acertada se subtitula «Apuntes para dejar atrás el pasado», es la demostración de que todo lo que creemos o consideramos como válido puede no serlo. Romper con esa especie de discursos hegemónicos, esas creencias generalizadas, es un ejercicio liberador, como puede serlo también el hecho de olvidar ciertas cosas pues, como dice Hyde, de esa forma podemos dejar espacio a nuevos saberes, alimentando nuevamente nuestras inquietudes intelectuales. Asimismo, el poeta y ensayista demuestra una erudición que, para mí, es siempre sinónimo de gozo.

Uno extrae de estas páginas multitud de citas y apuntes que le llevan a cuestionamientos y pensamientos que, de otro modo, pasarían inadvertidos. Hyde ofrece una mirada interior y la extrapola para poner el acento en asuntos de carácter político y social, viajando desde la Antigüedad clásica a la modernidad, y dejando entrever que olvidarse de las cosas no es ningún pecado, sino, quizá, una oportunidad para algo nuevo.

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