Personajes desamparados, vidas quebradas, en el limbo (reseña)

Personajes desamparados, abandonados a su suerte, perdidos. Personajes que, pese a ello, deciden no hacer nada, como queriendo permanecer en el limbo, en un estado sin estado. Así son los personajes de cada uno de los relatos que conforman No soñarás flores (Tránsito), de Fernanda Trías, y sobre los que sobrevuela un pesimismo que parece connatural en todos ellos, como si anhelasen la derrota o el sentirse quebrados, desubicados.

No erraría al afirmar que el lector asiduo de relatos cortos o cuentos es un lector mucho más exigente que el lector de novela porque, como me dijo una vez la grandísima Lydia Davis, resulta mucho más fascinante ver «lo que pueda abarcarse en un espacio muy pequeño». Digo esto porque para escribir un buen relato se precisa de cierta maestría narrativa que no creo esté al alcance de todo el mundo, porque no todos son capaces de condensar un complejo universo emocional en apenas unas páginas. La uruguaya Fernanda Trías me ha demostrado ser capaz, tener las dotes que se requieren para abordar la psicología de unos protagonistas de actitud doliente, pero que no se lamen las heridas, sino que prefieren mantenerlas abiertas de par en par.

Una mujer que intenta ficcionar —quién sabe si a modo de catarsis— una relación amorosa truncada, otra que recuerda el verano —y último encuentro— que pasó con una amiga en un remoto pueblo de Francia, una madre que abandonó a su hija en busca de no se sabe qué, una solitaria en el metro o aquella que parece enloquecer tras la muerte de su padre son sólo algunas de las historias que Trías plantea en estos relatos en los que —como han incidido, y muy bien, otros críticos— sigue abordando y ahondando en los vínculos afectivos que se tejen entre los seres humanos y en su pérdida, provocando que nos acerquemos a un abismo, incapaces de reaccionar.

Los protagonistas de estos relatos parecen haber tirado la toalla, sumidos en una desesperanza. Son personas que, sin estar orgullosos de ellas, lucen sus cicatrices, que se han aferrado a un sentimiento de culpa que les martillea el cráneo y, sobre todo, ese corazón magullado, afligido. Es imposible no sentir cierta angustia y pena por ellos, por sus desgracias, que han sido —o pueden ser— nuestras desgracias, porque en todas esas dependencias, fracasos y decepciones nos vemos reflejados también, presos de ese pánico por quedarnos solos en este mundo que no hemos sido capaces de comprender y que no nos ha sabido comprender. «Volver a empezar. Levantarse de las cenizas. Arrancar de cero. Nos han hecho creer que hay algo heroico en ese empecinamiento», escribe Trías en el último de los relatos de este libro y que da título al mismo. En este fragmento parece que  es donde germinan todas esas semillas del dolor que la autora uruguaya ha ido plantando para que ese laberinto emocional de relaciones quebradas y vidas truncadas cobre vida.

Una lectura que vuelve a dejar patente cuán frágiles somos y que demuestra, una vez más, que Fernanda Trías es una escritora con talento, y mucho. 

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