La obsesión de una búsqueda por alcanzar la excelencia (reseña)

Aunque en nuestro país no aparecerá en librerías hasta el próximo mes de septiembre, La galaxia caníbal de la norteamericana Cynthia Ozick ya se editó en Argentina este mes de abril gracias al sello bonaerense Mardulce, que ha recuperado esta obra que permanecía inédita en español. 

Es esta una historia rica en metáforas que da buena muestra de la excelencia narrativa de una de las autoras más singulares que existen hoy día. Ozick demuestra su capacidad de reflexión sobre uno de los grandes temas que siempre aparece en sus historias, como es la idolatría. En esta ocasión se sirve de un personaje que conocemos desde el principio como el director Brill y del que poco a poco vamos descubriendo su historia personal, una historia que se remonta al París de la II Guerra Mundial, una ciudad ocupada por el ejército nazi y que busca «deshacerse» de la población judía. No obstante, nuestro protagonista tiene suerte de ser escondido en un convento de monjas que le «protegerán» durante la contienda. Brill permanecerá oculto en un sótano, presa de la oscuridad y una soledad que intenta mitigar al encontrarse con una serie de libros que forman parte de la biblioteca personal de un excéntrico sacerdote. En esos ejemplares Brill encuentra una sabiduría inusitada, se empapa de todas y cada una de sus páginas hasta el punto de concebir un sistema de educación dual que combina el aprendizaje de las culturas tradicionales judías y europeas modernas. 

Años más tarde, una vez superada la guerra, Brill aparecerá en mitad del medio oeste norteamericano y será allí, en un antiguo establo, donde fundará una escuela primaria en honor a ese sacerdote, una escuela de la que será su director durante prácticamente toda su vida, una escuela que busca única y exclusivamente la excelencia.

Esta sería la descripción de esta novela en la que se ocultan muchos aspectos interesantes, como la profunda preocupación que demuestra Brill sobre su propia arrogancia, sobre el hecho de ser judío, sobre esa búsqueda incesante de una perfección que quizá no existe, sobre la relación de todos y cada uno de nosotros y Dios. Pero el director Brill, que siempre imaginó poder acceder a un mundo de la más alta espiritualidad, va tomando consciencia de que las ambiciones se frustran y que la mediocridad existe, lo cual llega a obsesionarlo de un modo inusitado.

Brill idolatra su propio sistema educativo, su orden invariable. Sin embargo, su visión de la humanidad es cada vez más sombría, hasta el punto de equiparar su realidad a una «galaxia caníbal», es decir, uno de esos cúmulos  de gases que se avanzan de forma atroz por el universo y van devorando a galaxias mucho más pequeñas sin contemplación. De ahí que Brill intente busca con ahínco la excepción que confirme su regla, ese genio que dé sentido a todo su universo, ese mirlo blanco que, como sabemos, nunca existirá. 

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