Un western extravagante repleto de misticismo (reseña)

Que Rudolph Wurlitzer es un autor poco convencional ya no debería sorprendernos después de leer su primera novela, Nog (Underwood). Creo que fue Sam Adams, en un artículo para el LA Times, quien dijo que las novelas de Wurlitzer explotan la iconografía de los géneros esencialmente americanos, y que en vez de conquistar territorios o traspasar fronteras (geográficas y literarias), lo que verdaderamente hace es difuminarlos hasta lograr que se confundan o hacerlas desaparecer por completo.

Al leer Zebulon (Tropo), su quinta novela, queda patente que para Wurlitzer lo importante es ampliar el paisaje, ya sea este mental, narrativo, real… Y ello lo consigue alejándose por completo de cualquier imposición de la autoridad y la ley de una narración tradicional. Dicho de otro modo, de forma consciente huye de todo academicismo, caminando siempre por el borde de un precipicio a través de una delgada línea que le separa de otros autores que no decidieron arriesgar, que no apostaron por trascender. Y es que esta obra es, aparentemente, un western, el clásico western de aventuras protagonizado por un cazador de pieles que vive en las montañas y que se llama así, Zebulon. Pero una vez nos adentremos en su lectura comprobaremos que de tradicional tiene más bien poco esta historia. Esto es así porque, capaz y dispuesto como siempre a inducirnos en cierta incredulidad, Wurlitzer crea un mundo representativo de personas, lugares e ideales poco convencionales, como él.

Zebulon, como el protagonista de Nog, parece estar huyendo constantemente en busca de algo o alguien que dé sentido a su existencia. Es por ello que la presente historia se presenta en un estilo directo y en una sola dirección, aunque, eso sí, repleta de fantasía o misticismo. Hay algo de mito, algo de superstición, de malditismo incluso, pues ese hombre de montaña será condenado por una nativa americana a vivir entre la vida y la muerte, a vagar por una especie de limbo no exento de peligros, personajes excéntricos, visiones, mujeres misteriosas, sexo y mucho alcohol. Un recorrido extravagante que va desde Colorado y el Golfo de México hasta Panamá, y de ahí hasta la costa de California, San Francisco y los campos dorados.

Dicen que Zebulon es un western alucinógeno, y pudiera ser cierto, aunque me inclino a pensar más bien como David Ulin, quien la define como una especie de «una picaresca americana de El libro de los muertos», ya saben, ese texto formado por una serie de sortilegios mágicos destinados a ayudar a los difuntos a superar el juicio de Osiris, asistirlos en su viaje a través de la Duat, el inframundo, y viajar al Aaru, en la otra vida. Es esta una novela entretenida y que, si bien es ambiciosa, creo que podría haber sido aún más irreverente y trágica de lo que es para terminar de ser redonda, aunque quizá lo sea, pues en la prosa de Wurlitzer uno nunca puede estar seguro de nada.

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