Un canto a la amistad y al amor en un bistró parisino (reseña)

Los historietistas puede que nunca hayan gozado de la notoriedad de los poetas y novelistas, incluso de los ensayistas. A pesar de ello, no podemos restarles ningún mérito a la hora de radiografiar de forma entrañable pero siempre afilada la sociedad en la que viven. De hecho, en más de una ocasión han sido mucho más originales y cínicos que los «grandes autores», lo cual dice mucho de su valentía e inteligencia. A día de hoy, difícil sería entender muchas de las publicaciones, diarios y revistas sin esas viñetas delirantes e hilarantes, pero siempre reflexivas.

Jean-Jacques Sempé, o directamente Sempé, es uno de los dibujantes que mejor han retratado la sociedad francesa del último medio siglo, en especial la vida parisina cotidiana. Sin duda, es una de las grandes figuras del dibujo europeo y mundial, y todo ello con una sencillez pasmosa, pues su trazo no es recargado, más bien todo lo contrario. Sin embargo, la destreza e imaginación de sus viñetas, siempre entrañables, le han permitido ser uno de los más solicitados, hasta el punto de que prestigiosas revistas como The New Yorker han contado con él para un buen número de sus portadas. 

Desde que alcanzara la fama ilustrando las historias de El pequeño Nicolás, de René Goscinny, Sempé se ha volcado en diseccionar el costumbrismo de su época. A lo largo de todos estos años se ha centrado en contarnos la vida de personas de a pie, simples mortales con problemas «normales», y siempre ha logrado sacarnos una sonrisa. Así, el hecho de que un sello como Blackie Books recuperara parte de esos volúmenes que publicara en la década de los sesenta fue una gran noticia en su día, y ahora volvemos a disfrutar de otra de estas entregas sencillas pero siempre enriquecedoras por su lirismo, como es El señor Lambert.

Es esta una historia suave y sofisticada, una breve novela gráfica en la que Sempé nos adentra en un pequeño bistró parisino en el que cada día, y semana tras semana, se citan los mismos clientes, cuyos diálogos versan siempre sobre los mismos temas: política y fútbol. Observamos esa misma escena diaria, con esos mismos personajes, criaturas de hábitos inquebrantables, y de pronto toda esa parsimoniosa rutina se ve alterada cuando uno de estos seres de costumbres fijas llega más tarde de lo habitual. Se trata del señor Lambert, uno de los más jóvenes del lugar, y que al parecer se ha enamorado. A raíz de la noticia, que se extiende por todo el bistró, a las conversaciones monótonas se les unen ahora los recuerdos de los amores pasados y pasajeros de algunos de estos singulares personajes. El restaurante y sus clientes cobran vida de repente, y Sempé logra a través de sus dibujos y esos textos lacónicos reflexionar sobre el comportamiento de los seres humanos, a los que siempre les ha gustado fantasear y alardear. Sin pasar realmente nada extraordinario, es este un canto a la amistad y al amor. 

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