Novela sobre la obsesión, el rechazo y el miedo (reseña)

Antonio Ungar ha escrito una novela inquietante, una novela sobre la obsesión y el rechazo, sobre el miedo a ese rechazo y a lo desconocido, sobre la incomprensión y, sobre todo, una novela sobre el amor (a una hermana, a una madre, a una amante). Para ello se sirve de un protagonista maniático, racista y débil, un ser que se muestra temeroso en su propia vecindad, desconfiado. Es este un personaje por el que siente uno una profunda tristeza, por su soledad, por su reclusión voluntaria y por esa visión catastrófica del mundo que le rodea, un mundo que se derrumba, según él, por las ordas de inmigrantes que transforman ese barrio en el que ha vivido toda su vida y que ahora apenas si reconoce.

Mírame (Anagrama), plantea más de un debate interno en el lector, pues siente aprensión por ese traductor hermético y cobarde, incapaz de asumir los nuevos tiempos. Al mismo tiempo, es imposible no simpatizar con él, aunque muy probablemente esa simpatía no sea más que compasión disfrazada, ya que su aislamiento y la nostalgia que siente por su hermana muerta piden una muestra de caridad por nuestra parte. Estamos, por tanto, ante un enfrentamiento de valores e ideales, de realidades, que Ungar refleja de un modo absorbente y que llega, incluso, a ser asfixiante debido a esa controversia moral que plantea.

La llegada de una extraña familia al otro lado del patio en el que vive es el desencadenante de esta historia, una familia de la que desconfía por ser extranjeros, hasta el punto de considerarlos como delincuentes, si bien entre ellos se encuentra una joven que pronto será la protagonista de sus desvelos y de la pérdida de la razón o sinrazón en la que se ha sumido él mismo tras la desaparición de una hermana con la que sigue comunicándose a través de un diario en el que anota absolutamente todo. Tanto es así que, a medida que crece esa obsesión por la vecina de enfrente, confiesa a su querida hermana, en ese dietario, la instalación de cámaras en su piso para espiarla, una acción de dudosa moralidad y hasta cierto punto repugnante. 

Con el tiempo, a medida que su obsesión se acrecenta, su actitud pasiva se irá transformando hasta el punto de poner en peligro ese modus vivendi de internamiento físico y psicológico. En otras palabras, pasará a la acción y comenzará a tomar partido de una vida que cree poder controlar pero que se le rebelará, aumentando así su paranoia y su odio hacia sí mismo, hacia lo que se ha convertido y hacia un mundo que pretende liberar del mal que, asegura, se ha corrompido.

El escritor colombiano enreda al lector en una trama en la que nada parecer ser lo que es, en la que todo se muestra confuso a través de una atmósfera cargada, llena de odio y frustración, de fluídos corporales y sangre, de erotismo y violencia. De forma extraordinaria, Ungar nos sumerge en ese cosmos incoherente, maldito y enfermizo, nos inquieta y logra sorprendernos, demostrando así que en esto de contar historias es un ser avezado. Alguien capaz de narrar una novela tan perturbadora y compleja como esta, es alguien que sabe descifrar el absurdo y la barbaridad de un mundo en el que los seres humanos somos seres imperfectos e incompletos, seres que buscan el consuelo y que buscan ser amados, ante todo.

Una lectura dura, inteligente, en ocasiones obscena pero siempre, siempre, seductora y difícil de olvidar. 

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