Sam Shepard desnuda su yo más profundo (reseña)

Para mí, quedará siempre en el recuerdo ese primer plano de Sam Shepard frente a una granja desvencijada en mitad de los vastos campos de trigal situados en el medio oeste americano; una imagen que evoca los cuadros de Andrew Weyth. Su semblante es el de una persona atormentada que ha sido presa de esa belleza doliente, fruto de un amor fallido. Su personaje en Días del cielo, el solitario patrón de la hacienda que ansía llenar el vacío de su hogar, es trágico. La capacidad de Terrence Malick para plasmar esas imágenes auténticamente líricas, inquietantes e insólitas, resulta asombrosa, aunque no es de extrañar si tenemos en cuenta la fotografía del español Néstor Almendros y la banda sonora de Ennio Morricone. Todo rezuma un romanticismo conmovedor, a pesar de esa historia dramática y cruda.

Dicen que Malick sólo hace las películas que le salen del corazón. Y ese carácter despojado es algo que uno encuentra también en Shepard a lo largo de su trayectoria como autor de teatro y de relatos, y también, por qué no, de novela, si es que podemos considerar Yo por dentro (Anagrama) una novela. En mi modesta opinión, diría más bien que se trata de un entramado de historias que poco a poco van trazando las líneas de varias de las obsesiones del escritor.

Esta serie de trazos o pequeños relatos, que bien podrían leerse de forma independiente, gozan de un poder hipnótico. Son ásperos, un tanto bruscos, muestran cierta inclemencia para con la propia vida. Todo eso me atrapa, me interesa, como me interesa su capacidad para crear belleza a través de una poética oculta en lo crepuscular. Existe en todos estos textos, con tintes autobiográficos, una profunda reflexión sobre su relación con el pasado, con su padre, su vida amorosa y su carrera profesional... Una especie de ajuste de cuentas, quizá.

Esta obra evoca esas horas frías de la madrugada, donde todo permanece en una quietud aparente, pues la vida no se detiene nunca, y la tragedia siempre está al acecho, ya sea en forma de conflicto interno o demostrando cuán feroz e inhóspita puede ser la naturaleza. Hay fragmentos que resultan imponentes por ese estilo directo, sin ataduras, que nos traslada a esas infinitas carreteras polvorientas, y uno puede sentir el polvo en sus labios, y puede sentir cómo le abrasa el sol. 

A través de ese lenguaje seco, Sam Shepard no le brinda concesiones al lector. No hay respuestas claras en este ejercicio de introspección en el que se habla de la masculinidad, del sexo, del amor y de las relaciones familiares. Y mejor así. Prefiero imaginar que ese complejo mundo interior se filtra a través de esas montañas y desiertos que tanto le apasionaron, su refugio, y al ritmo del jazz y rock & roll. En Yo por dentro existe la inquietud de quien medita sobre la naturaleza de la experiencia, y el resultado es de una belleza extraña, pero siempre atrayente. Sam Shepard desnuda su yo más profundo. 

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