Cómo dinamitar cualquier convencionalismo literario (reseña)

La literatura que cuestiona los propios límites de la literatura es la que suele tener un mayor impacto en mí, hasta el punto de afirmar, aunque no siempre, que la literatura o es lenguaje o no es nada. ¿Qué quiero decir con esto? Simplemente, que me atraen aquellos autores que intentan romper con cualquier convencionalismo, ya sea a través de la estructura narrativa o, como digo, a través de un lenguaje que deforman por completo hasta lograr cambiar el significado que le damos a una simple palabra. 

Entiendo que en esa investigación o preocupación por modificar esos preceptos que consideramos inamovibles existe un afán de rebeldía que nos permite ser más libres. Sabemos que el lenguaje, la construcción del lenguaje, con sus rígidas normas, crea un mundo inteligible, pero esto es así hasta cierto punto, porque sabemos que en el mundo existe el caos y la anarquía. Así, siempre he creído que explotar las posibilidades del lenguaje es uno de los ejercicios intelectuales más interesantes, pues el lenguaje no puede ni debe ser hermético. 

«El lenguaje depende de la forma en la que uno vive la vida», escribía Ricardo Piglia en uno de sus volúmenes de los diarios de Emilio Renzi. Al leer esta sentencia, y tras leer Qué hacer, de Pablo Katchadjian, no pude evitar pensar que, si lo que decía Piglia es cierto, Katchadjian debe vivir una vida intrépida, hasta cierto punto imprudente. Debe ser así porque el escritor bonaerense presenta aquí una historia que juega con la reiteración estructural, al tiempo que hace uso de las mismas palabras y conceptos en cada uno de sus capítulos, aunque desordenadamente. Katchadjian nos presenta a dos personajes que parecen estar inmersos en un sinsentido constante, viviendo situaciones absurdas en las que aparecen estudiantes de dos metros y medio, trapos viejos, islas desiertas, escobas doradas y universidades inglesas.

El lector se encuentra ante una historia que poco a poco se va deformando hasta lo irreconocible, si bien existe un sentido de movimiento o de avance, un cierto ritmo que gracias a esa repetición se nos antoja musical. Dicho de otro modo, Pablo Katchadjian juega con nosotros, poniendo a prueba nuestra atención y comprensión lectora a través de ese desorden caótico en el que hay cabida para la presentación de ideas o reflexiones en torno a la propia literatura y, como decíamos al principio, a las posibilidades que todavía nos ofrece y que son, visto lo visto, inagotables.

La editorial barcelonesa Hurtado y Ortega es la encargada de editar esta obra en nuestro país, un título que se publicó originariamente en Argentina 2010 y que aparece ahora, y de forma simultánea en España, junto a su último trabajo, Tres cuentos espirituales, dentro de un proyecto por recopilar y ofrecer al lector español una de las obras más atrevidas ya no sólo de la literatura hispanoamericana sino de la literatura escrita en español. La «Biblioteca K», que así es como se llama esta nueva colección, quiere invitarnos a adentrarnos en el universo de Katchadjian, en su literatura, tan personal como arriesgada y exigente. Excelente noticia. 

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