Cuentos filosóficos en clave de ciencia ficción (reseña)

Existe en la literatura latinoamericana actual una gran nómina de autores que han renovado por completo el género fantástico o de terror. Podría citar a las argentinas Mariana Enríquez, flamante ganadora del último Premio Herralde con su novela Nuestra parte de noche (Anagrama), o Samanta Schweblin. En cierto sentido, son herederas de una literatura oscura y barroca, llena de materia, de dolor y oscuridad, de extrañeza. Junto a ellas existen muchos otros nombres que han coqueteado también con la ciencia ficción, creando distopías más que sugerentes y, lo que para mí es más importante, agitando la estructura narrativa convencional, descomponiendo el lenguaje, tensando al máximo las posibilidades de la prosa. Creo que todos ellos se han visto influenciados por distintas tradiciones literarias muy diversas entre sí pero, visto lo visto, complementarias, al combinar ese interés por mostrar lo irreal como algo cotidiano y el efectismo de lo narrado.

Del mexicano Yuri Herrera nadie diría que es un escritor de ciencia ficción. Si uno piensa en Trabajos del reino o La transmigración de los cuerpos, por citar tan sólo un par de sus libros, nadie osaría a realizar tal afirmación —quizá sí, si nos referimos a Señales que precederán al fin del mundo—. Sin embargo, todo es posible. En Diez planetas (Periférica), por ejemplo, nos presenta una serie de pequeños relatos, algunos de ellos muy breves, que nos sumergen en una especie de absurdo no exento de profundidad metafísica, y lo hace sirviéndose precisamente de la ciencia ficción como herramienta para describir un futuro increíble. ¿Con qué propósito? Diría que para cuestionarse la relevancia o verdadera impronta de la especie humana en el universo.

Un obituarita —alguien que cuenta la historia del vivo en la escena de un fallecimiento—, un intérprete de narices, una casa que aprendía de forma instintiva a ser autónoma y se rebela, una bacteria que cobra vida, un catastro anímico, un hombre que se metamorfosea en rata, dragones, un marciano que se asusta al ver un terrícola, un presidio de monstruos... El lector se encuentra ante una serie de personajes y situaciones más propias del surrealismo que, lo reconozco, son difíciles de asimilar en un principio. No obstante, son personajes y situaciones que dejan su impronta, que te inducen de forma irremediable a analizar sobre su significado, y cuál es la sorpresa al comprobar que Herrera nos habla de la dificultad por aceptar lo extraño o ambiguo.

Efectivamente, con esta pequeña «colección de cuentos filosóficos» el autor mexicano nos invita a liberarnos de todo prejuicio a través de la lógica y la estética de la ciencia ficción, innovando en un terreno, el cuento latinoamericano, que siempre ha sido pionero en esa literatura sensorial. Estamos ante un libro exigente pero atrevido que va más allá de los códigos narrativos a los que estamos acostumbrados y que dinamita todo arquetipo propio de «nuestro mundo». Yuri Herrera ha creado un nuevo imaginario del cosmos posterrenal que resulta, cuando menos, sorprendente. Una rareza que te absorbe. 

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