Los cimientos de nuestro mundo, nuestros libros (reseña)

Somos «criaturas de palabra», escribía Alberto Manguel en su exquisito homenaje libresco Para cada tiempo hay un libro (Sexto Piso). Opino del mismo modo, pues vivimos a través de ellas, de las palabras. Y quizá por tal motivo sea, como tantos otros, un confeso bibliófilo, un amante del libro como esa «extensión de la imaginación y la memoria», que decía Borges. Sin ellos, sin los libros, una gran parte de lo que somos se extinguiría.

Ese amor devoto por los libros me ha llevado a gozar todas y cada una de las anécdotas, reflexiones y pequeñas interpretaciones históricas que Irene Vallejo ofrece en su ensayo El infinito en un junco (Siruela), título, por cierto, de una gran carga poética y de una profundidad sorprendente. Sin querer hacer demasiados spoilers, sí les diré que esta obra es una exquisitez absoluta, tanto para los apasionados de la literatura como para aquellos interesados en la Historia. El motivo de que esto sea así se traduce en su contenido, perfectamente definido a través del subtítulo de la propia obra «La invención de los libros en el mundo antiguo». Efectivamente, Vallejo realiza un viaje en el tiempo para profundizar en los orígenes de los libros, en su historia secreta, en los esfuerzos de cientos de miles de personas por conservarlos, conservando así nuestra propia memoria.

En su prólogo, la doctora en Filología Clásica y escritora zaragozana ya nos advierte de su misión de convertirse en una «cazadora de libros», al igual que aquellos exploradores y esbirros que en la época de Ptolomeo recorrían el mundo conocido para hacerse con todos los ejemplares existentes y así nutrir los fondos de la Biblioteca de Alejandría. De un modo sutil, Vallejo nos invita a formar parte de esta fascinante aventura que narra a su vez, o más bien describe o dibuja, la trascendencia de una serie de personajes que «estaban poniendo, sin saberlo, los cimientos de nuestro mundo». Desde Alejandro Magno, la Biblioteca y el Museo de Alejandría, a Homero, la revolución del alfabeto, el oficio de librero, a Ovidio, pasando por toda una serie de pequeñas historias en las que se va tejiendo el concepto que hoy tenemos del libro y su relevancia, cada episodio de este ensayo es una lección magistral amena y en la que queda perfectamente claro el amor que la propia autora tiene por ese mundo clásico y por la literatura como fuente del saber. Todos los capítulos son sorprendentes por su capacidad evocadora y por la profesional investigación llevada a cabo, lo cual hace improbable que cualquiera pueda aburrirse durante su lectura, más bien todo lo contrario.

Como digo, resulta apasionante esa recreación sobre la evolución del libro, desde las tablillas de arcilla a los papiros y más tarde al formato rectangular encuadernado que conocemos, desde los pequeños relatos y poemas a las grandes epopeyas escritas. Es este un libro repleto de erudición, un libro mágico al mismo tiempo que habla sobre el origen del libro y sobre el origen de nuestra cultura, un libro que invita a leer muchos libros, pues como decía Walter Benjamin, «en un mundo caótico, adquirir libros es un acto de equilibrio al filo del abismo». 

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