Sumergirse de nuevo en el mundo de Lucia Berlin, una bendición (reseña)

No es ningún secreto. Cuando se publicó Manual para mujeres de la limpieza (Alfaguara), el mundo (re)descubrió a una escritora portentosa, Lucia Berlin. Tuve ocasión de preguntarle a la grandísima Lydia Davis acerca de ella y respondió de forma tajante: «Es una escritora magnífica». Davis remarcaba su inteligencia y originalidad, pero también su faceta divertida y, sobre todo, indulgente. «Seguro que los lectores devorarán sus relatos», me dijo. No estaba equivocada.

Lo dije en su día pero no está de más insistir: sus relatos son algunas de las mejores piezas que he leído y que probablemente leeré jamás, aunque bien es cierto que el segundo volumen que apareció en nuestro país, Una noche en el paraíso (Alfaguara) no alcanzaba el nivel supremo de ese Manual para mujeres de la limpieza que se convirtió, por derecho propio, en un clásico contemporáneo, una obra maestra de la literatura.

La literatura de Lucia Berlin está impregnada de belleza y dolor, de honestidad y melancólica familiaridad. Berlin narra las rutinas de nuestra vida y los fulgores de la oscuridad como pocos autores. Narra la vida, su vida, sirviéndose de ese juego de la autoficción, seductor y arriesgado al mismo tiempo, pero siempre genuino. Es sutil, mordaz, puro magnetismo y crudeza, hasta el punto de no querer dejar de leer nunca todo cuanto narra; por pequeño e intrascendente que sea, todo importa a través de su mirada, de su voz, de su pulso.

Lucia Berlin se convirtió en un acontecimiento literario, en una autora imprescindible, «genia y figura», como la han llegado a describir. Pero todo ese éxito, todo ese despliegue de elogios, se produjo una vez muerta. ¿Hablamos, por tanto, de un ejemplo claro de justicia poética? Más bien diría que estamos hablando de un ejemplo claro de ceguera, pues no logro entender cómo pudo pasar «desapercibida» una literatura como la suya. Todos estos homenajes y halagos son, hasta cierto punto, una impostura, si bien nos dicen mucho —por lo poco que dijeron en su día— de cómo era la crítica de su época, una crítica que no era capaz de asimilar que una mujer como Lucia Berlin pudiera romper esquemas como lo hizo. Así, pese a la indudable calidad de su escritura, tuvo que llegar Manual para mujeres de la limpieza para que el mundo fuera consciente de su magnitud, de cuál ha sido y es su impronta literaria.

Con Bienvenida a casa (Alfaguara), volvemos a tener oportunidad de sumergirnos en su mundo gracias a una recopilación de textos autobiográficos en los que, como ahora sabemos, estaba trabajando antes de su fallecimiento. Una vez más, Berlin nos muestra su intimidad, a modo de confidencia, nos sitúa en lo más personales de su vida; todo ello enriquecido por una serie de cartas y fotografías que hace las delicias de los más mitómanos. Es esta una lectura que nos permite conocer mejor a una autora que ha pasado de permanecer prácticamente en el anonimato a convertirse en leyenda. Doy gracias porque exista Lucia Berlin. Es así. 

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