Las peripecias de un estafador sin parangón (reseña)

No me digan por qué razón sentimos cierta debilidad por los canallas y sinvergüenzas; al menos, en la ficción. La literatura está plagada de antihéroes que nos sumergen de lleno en ese plano oculto de la realidad, en esos «bajos fondos» donde uno encuentra la cara más sórdida de la vida, ese ambiente marginal donde sedimenta todo aquello que la sociedad considera peligroso y decadente, una verdadera jungla en la que sobreviven sólo los más fuertes o los más avispados.

Desde la picaresca iniciada por el personaje de Lázaro de Tormes, uno encuentra en los libros a figuras inolvidables que, por un motivo u otro, han tenido que abrirse camino en la vida a base de golpes o astucia. Sin embargo, y esto es lo interesante, no hay que recurrir siempre a la ficción para hallar a este tipo de personas un tanto ociosas. En nuestro día a día encontramos a estas figuras poco ortodoxas que se aprovechan normalmente de la buena fe de sus conciudadanos, muchas de las cuales, parecen tener un absoluto don para la creación y la fantasía, como los estafadores, unos delincuentes de mente ágil, despierta.

No quisiera hacer un retrato romántico de la figura del estafador, pero no puedo negar que tiene cierto encanto, como lo demuestra el increíble Karl Franz Lembke, uno de los embaucadores más carismáticos de la primera mitad del siglo XX en Europa, según nos cuenta Erika Tophoven, traductora canónica al alemán de autores como la extraordinaria Agota Kristof, George Simenon o el genio de Samuel Beckett, quien cobra un especial protagonismo en toda esta historia.

Godot entre rejas (Hurtado & Ortega) es la recreación de la investigación que la propia Tophoven hizo al conocer la historia de un grupo de presidiarios alemanes que interpretaron la célebre obra del premio Nobel irlandés. Sí, así es. En la prisión de Lüttringhausen se interpretó la célebre obra Esperando a Godot, tal y como el propio Beckett fue sabedor gracias a una carta que leyó no sin cierta incredulidad. A partir de ahí, y de la aparición de un tal Lembke, la autora y traductora inicia un recorrido hacia el pasado para ahondar más en la vida de un hombre que tuvo muchas vidas, de un hombre que fue muchos hombres y que supo, pese a ciertos contratiempos en sus quehaceres delictivos, ganarse el sustento.

Lo fascinante de este retrato es ver la capacidad camaleónica de su protagonista, un personaje que, pese a lo que la picaresca tradicional nos dice, es decir, que desde la cuna ya se condiciona el vivir por estos cauces, se inició en ese mundo de la impostura sin una necesidad real. ¿Por qué la necesidad de convertirse en otro? Esa es una de las cuestiones que más reclaman mi atención junto con esta otra: ¿Qué necesidad hay de engañar? Quizá el marco de toda esta historia sea también relevante: una Europa en conflicto, temerosa y recelosa al mismo tiempo, donde la traición es plato de buen gusto y donde todos esconden un secreto. Por todo ello, este viaje que propone Tophoven resulta fascinante al adentrarnos en una época convulsa de nuestra historia más reciente. 

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