Una imaginativa sátira sobre el ‘nuevo hombre soviético’ (reseña)

Cada lectura sucede a su debido tiempo, si bien es cierto que la vorágine de novedades marca en demasiadas ocasiones nuestra pauta. No obstante, de cuando en cuando se produce un extraño fenómeno. Me refiero a esa rara conjunción de la libre elección con el deber profesional; o dicho de otro modo, que caiga en tus manos una novedad cuya lectura necesitabas emprender en ese preciso instante, ya sea por tu estado anímico, por unas determinadas inquietudes intelectuales o porque la coyuntura invita a ello.

Durante el periodo de confinamiento tuve ocasión de leer Corazón de perro, de Mijaíl Bulgákov, una novela imaginativa que ha recuperado Mármara en una cuidada edición y que me aportó gran riqueza intelectual. Podría considerarse esta una obra menor teniendo en cuenta que El maestro y Margarita fue su gran obra, un excepcional legado —y un regalo— para todos nosotros. Sin embargo, en esta pieza literaria podemos gozar del talento del mejor Bulgákov, un autor satírico excepcional. 

Alberto Manguel, del que siempre uno aprende, define a la sátira como «la carcajada de la razón frente a la solemnidad de la locura», y en estos tiempos de caos y pandemias no veo mejor fórmula que la sátira para ordenar un mundo que se desmorona. Y digo esto porque esa forma crítica de la burla, que como bien nos ilustra Manguel fue nombrada por primera vez por Quintiliano —y que identificamos con cualquier tipo de texto que utilice la ironía para reprobar una situación o a un personaje, y hasta a una sociedad entera—, bien usada, es un puro deleite para el intelecto porque agita conciencias y nos hace pensar, reflexionar.

En Corazón de perro Bulgákov carga contra ese «nuevo hombre soviético» que surgió a partir de la Revolución de 1917, pero también se muestra incisivo contra el propio ser humano, y lo hace a través de la historia de un perro vagabundo que en manos de un doctor algo estrambótico pero brillante se transforma en un humano, o en algo parecido a un humano —en este caso, en un alcohólico crónico y simpatizante de los bolcheviques. Así, pasamos de situaciones desternillantes a profundos análisis de nuestro comportamiento, llegando casi a la misma conclusión que el autor ruso comparte en estas mismas páginas: «Comprenda que lo terrible es que ya no tiene el corazón de un perro, sino precisamente uno humano. El peor de todos los que existen en la naturaleza». 

Quizá ese tono un tanto pesimista pueda contrariar a más de un lector, pero yo diría que Bulgákov no yerra demasiado al pensar de ese modo porque está comprobado que seguimos moviéndonos por intereses individuales, que preferimos atacar a dialogar, que anteponemos el cachondeo y la jarana a la salud y que, para nuestra desgracia, seguimos permitiendo que personajes un tanto incompetentes se sienten en un hemiciclo y dediquen sus esfuerzos a vilipendiarse mientras la vida pasa. Mejorarnos como especie es algo utópico, lo sé, pero quiero pensar que somos lo suficientemente inteligentes como para no abocarnos al precipicio por iniciativa propia. Leer a Bulgákov ayuda en esa tarea. 

Comentarios

Entradas populares