De Tokyo a Guatemala, una nueva exploración halfoniana (reseña)

Creo recordar el instante en el que la literatura de Eduardo Halfon me embelesó. Fue en un viaje en tren de Castelló a Barcelona. Yo leía De cabo roto, uno de sus primeros títulos. O quizá me equivoque, y fuera mientras estaba tumbado en mi cama una mañana de domingo con El boxeador polaco entre las manos, o Mañana nunca lo hablamos, o La pirueta. Podría ser, en realidad, que no fuera con ninguna de ellas, o con todas ellas. Lo que sí sé es que Halfon, su literatura, se ganó hace ya tiempo un lugar privilegiado dentro de mi biblioteca personal, de mi memoria literaria.

Arqueología de la memoria, exploración sobre su identidad, explotación del juego de la autoficción... Mucho se ha escrito y se ha especulado sobre la literatura de Eduardo Halfon, o más bien, sobre cómo hace literatura. Yo siempre he visto sus libros como parte de un todo aún mayor que algún día nos será revelado. Cada libro, cada obra, es un movimiento de una sinfonía literaria en progreso. Cada libro, con sus cadencias y sus ritmos, va sumando notas y acordes que no hacen sino enriquecer ese universo que, por el momento, cobra sentido en su cabeza, y que comparte con nosotros gota a gota.

Podría decirse, también, que algunas de sus obras son reinterpretaciones o reescrituras de una misma pieza, ejercicios que sirven de contrapunto o que vienen a completar pequeños vacíos. Hay quien ve en todo ello un juego. Y sí, lo hay, pero un juego muy serio que le sirve para abordar y ahondar la fantasía de los recuerdos, su veracidad. No contento con ello, a través de ese juego con la memoria, que es a su vez un ejercicio de nostalgia, inserta temas que desde la experiencia personal ofrecen una visión general de temas que nos afectan a todos, que nos definen a todos, ya sea la hipocresía o, principalmente, la violencia, porque, si no se han dado cuenta, las obras de Halfon son denuncias sobre la mala praxis política y las injusticias. Eso sí, teñidas con ese humor suyo, tan característico.

Canción (Libros del Asteroride) es el último libro de este autor que juega, de tanto en tanto, al despiste. El relato empieza con el protagonista —de nombre Eduardo Halfon, claro— disfrazado de libanés para asistir a un congreso sobre literatura y cultura libanesa en Tokyo, Japón. He aquí nuestra primera sonrisa ante tal paródica situación, si bien esta crónica pasa a un segundo plano para dar paso a otra que supone, una vez más, un viaje a ese pasado, a esa memoria familiar, para hablarnos de su abuelo paterno, de su llegada a Guatemala y, sobre todo, de su secuestro a manos de la guerrilla en 1967. De nuevo, sirviéndose de esa indagación identitaria, personal, Halfon revela y condena en cierto modo los conflictos armados, la incongruencia moral y la vileza, los sinsentidos de la vida, todo de una forma sutil, sumergiéndonos de pleno en esa atmósfera privada de cuestionamientos, de vanos intentos de hallar respuestas, de invenciones, de literatura, claro.

Eduardo Halfon lo ha vuelto a lograr. Consigue atraparte en su red. Contagia su afán literario. Nos hace cómplices de su búsqueda. Yo sigo su estela, le acompaño. 

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