El futuro impreciso de ARCO (artículo de prensa)

A tenor de lo que todos se esperaban tras el conflicto galerías-IFEMA, que casi provoca la no celebración de la presente edición de ARCO, la feria de arte contemporáneo madrileña de este año ha sido, cuanto menos, más conservadora que la de anteriores ediciones. Al menos, eso es lo que uno percibe como primera impresión.
De forma esquemática, ha habido mucho nombre conocido y alguna que otra apuesta galerista. Algo que ha levantado algunas ampollas, ya que ha prevalecido lo puramente comercial. “Lo que ha imperado no es el arte, sino los aspectos mercantiles a corto plazo”, dijo el burrianense Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía. Y razón no le falta. Quizá, por el hecho de estar inmersos en la actual coyuntura económica, IFEMA no ha querido perder más de lo que se puede permitir. Eso es algo totalmente comprensible. Al fin y al cabo, y de forma un tanto cruda, el recinto es un mercado, y como tal, su principal objetivo es vender y ganar dinero. Sin embargo, y a eso se refería el lamento mostrado por Borja-Villel, ARCO no puede ser solo un simple mercado. Al menos, hasta hace unos años eso parecía estar claro. Por tanto, no resulta tan exagerada la idea de buscar un nuevo modelo para la feria, en la que vuelva a prevalecer la calidad de las galerías y los coleccionistas presentes. Resumiendo, menos es más.
En otro apartado de cosas, si el año anterior el país invitado a la feria fue la India, en esta ocasión la organización se decidió por la ciudad californiana de Los Ángeles. 17 galerías mostraron un arte que no llegó con la intensidad que se esperaba. Con obras menos contundentes, salvo excepciones, de lo esperado, sin grandes efectos y pasando un poco desapercibida, esta participación nos dejó algo “fríos”, como la feria en su conjunto. Todo lo contrario que el espacio fotográfico que habilitaron, con muestras de grandes artistas de la instantánea como Alberto García-Alix.
PRESENCIA DE CÀNEM
Si hablamos de calidad, la presencia de la galería Cànem, que regentan Pilar Dolz y Rafael Menezo, tiene un hueco inamovible. Y no digo esto por pura complacencia para con ellos. En absoluto. Como siempre desde que comencé mi aventura en Cuadernos, me pateé ARCO de arriba a abajo para comprobar que los artistas y las propuestas que presenta Cànem no tienen nada que envidiar al resto. Es más, la presencia castellonense aumenta año tras año. Un claro ejemplo de esto es la apuesta que la galería belga Meessen de Clerq, una de las destacadas tanto por la organización de este año como por la crítica internacional, ha hecho con la artista de Castellón Mar Arza.
Como era de esperar, la proyección de esta exploradora del lenguaje visual, va al alza. Su trayectoria condensa un intenso debate entorno al lenguaje en su dimensión visual y matérica. Incide la práctica artística en la corporeidad del texto entendido como elemento constructor del pensamiento y por tanto, como material maleable, que presenta estructuras, límites y relaciones propias susceptibles de ser transformadas. Arza es, a día de hoy, una de nuestras artistas más internacionales y con mayor reconocimiento --me atrevería a decir que se sitúa en uno de los dos primeros lugares de la lista--. Además de Mar Arza, Cànem presentó obras de Miquel Gozalbo --las esculturas del de Betxí siguen siendo de las más buscadas tanto por los coleccionistas como por las instituciones--, Antoni Alcàsser, Isidre Manils, Antoni Marqués, Manel Margalef, Geles Mit, Javier Puértolas, Irina Novarese, Laura Ambrosi, Deva Sand, Manuel Rey Fueyo y Pilar Beltrán. En total, cinco artistas de nuestra provincia, cinco nacionales y tres internacionales. Un gran elenco, sin duda alguna.
Como siempre, en estos tres años que llevo asistiendo a la feria, el recibimiento de Pilar Dolz y Rafael Menezo en su estand, fue de primera. Ellos ya son veteranos en estas batallas pero viven cada edición como si fuera la primera --y ya llevan unos 12 ó 13 años--. Ambos baluartes del arte confesaron que, como todos pensaban, la edición de este año ha resultado ser menos vistosa que otras temporadas. Esperamos, por el bien de ARCO y el de aquellos que asistimos puntuales a esta cita con el mejor arte contemporáneo, que el próximo año exista una recuperación de su concepto principal y esencia.
En los últimos años, la feria ha dejado de ser una referencia internacional. En Latinoamérica, por ejemplificar un poco, ahora el cetro lo ha recogido Art Basel Miami Beach. Y en Europa ha sucedido algo parecido. ARCO se situaba, más o menos, tercera en la lista de acontecimientos artísticos a gran escala del viejo continente, por detrás de la Documenta de Kassel --aunque es de carácter cuatrienal-- y la Biennale di Venezia. Por desgracia, poco a poco ha cedido posiciones en el arte más emergente, debido, en parte, a la aparición de Frieze, en Londres.
Volviendo a lo dicho por Borja Villel, y que tanto revuelo ha alzado aún teniendo toda la razón de su parte, “esto es un modelo ligado a un mercado provinciano o local, que se ha demostrado caduco”. Y si a eso le añadimos la escasa presencia de gente de relevancia internacional, no resulta difícil pensar en una muerte lenta si no cambian las cosas de aquí al próximo año. En este sentido, estoy convencido de que la presencia de Cànem es una de las que se salvan de la quema hecha por el director del Reina Sofía. La galería castellonense trabaja con gran modestia pero de forma muy profesional, y si siguen en esa línea, seguro podrán ayudar a que ARCO resurja de sus cenizas. El mundo del arte contemporáneo en España lo necesita de forma imperiosa para no quedarnos anclados en un modelo obsoleto.

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