La 'Nocilla' que viene y va (artículo de prensa)

Acuñar, etiquetar, clasificar, encasillar, englobar, enmarcar... El acto de etiquetar o clasificar algo o alguien suele producirse para mantener un cierto orden o facilitar a la persona que etiqueta o clasifica a reconocer esas cosas o personas al instante. No es un gesto demasiado bondadoso, no al menos para aquellos que en algún momento de sus vidas han sido designados con un apelativo determinado o agrupados en un círculo del que, probablemente, ni siquiera sientan el más mínimo cariño.
Hace poco, mientras tuve la oportunidad de charlar con la editora castellonense Ana S. Pareja, co-directora de esa maravillosa editorial de Barcelona de nombre Alpha Decay, surgió este mismo tema. Pareja, de forma muy acertada en mi opinión, dejó entrever que ese impulso por plagar de etiquetas todo cuanto nos rodea es algo muy propio de la prensa. Reconozco que tenemos parte de culpa en todo este embrollo, puesto que de ese modo resulta bastante más cómodo el hecho de explicar según qué cosas. La mitad de Alpha Decay apuntó que todos esos términos acuñados “no es que hagan ningún bien o ningún mal, es que son palabras feas”.
Continuando con este debate del “etiquetado”, recuerdo un pasaje de Enrique Vila-Matas --de su compilación El viento ligero de Parma-- en el cual se pregunta el origen del término ‘Nouveau Roman’, que hacía referencia a un movimiento literario encarnado por Alain Robbe-Grillet, Claude Simon, Claude Mauriac, Jérôme Lindon, Robert Pinget, Samuel Beckett, Natalie Sarraute, Claude Olier, Marguerite Duras o Michel Butor. Una foto, en la que muchos de estos emblemáticos autores posaron juntos, fue el origen de que alguien decidiera “nombrarlos” de un modo conciso. “No hace mucho, Robbe-Grillet me contó que antes de la foto, ese movimiento no existía, se hablaba de él en los periódicos, pero era un asunto de críticos, siempre empeñados en clasificar”, escribe Vila-Matas. La fotografía hizo creer al mundo que existía ese movimiento literario en Francia. Esto me lleva a la siguiente pregunta: ¿significa eso que las etiquetas son auténticas falacias, conceptos infundados sin necesidad? Si una fotografía provoca que un grupo de autores pueda encasillarse en un término totalmente inventado, así lo creo. No obstante, seguimos empecinados en catalogar. Al parecer, es algo que se nos da bien.
Hace unos cinco años o así, un gallego de nombre Agustín Fernández Mallo escribió un libro titulado Nocilla dream. Imaginamos que en ese momento no tendría ni la más remota idea de lo que supondría publicar esta obra. De la noche a la mañana, la prensa especializada y la crítica vio un filón, una posibilidad de definir aquello que tenían entre sus manos y que compartía ciertas similitudes con otras obras surgidas en el mismo periodo --obras como Afterpop, de Eloi Fernández Porta o La luz nueva, de Vicente Luís Mora, por citar ejemplos--. Esos autores, caracterizados por imprimir cierto aire transgresor a sus criaturas, por enfatizar la sobresaturación de la llamada cultura ‘pop’, por hacer de la fragmentación e interdisciplinariedad un emblema y por haber nacido en fechas más o menos limítrofes en el tiempo, pasaron a ser la Generación Nocilla. Hete aquí un nuevo y desdichado término que, para su desgracia, siempre les acompañará.

protagonistas
Mi primer contacto con Agustín Fernández Mallo se produjo en Barcelona, en el 2007. Nos presentó de manera fugaz Lolita Bosch, quien dudo mucho se acuerde de un servidor --es lo que tiene no ser “alguien” en el excelso mundo de lo literario--. En aquel entonces aún no era consciente de que unos años más tarde tendría la oportunidad de entrevistar a este singular literato. Gracias a que esta vida nuestra está repleta de sorpresas, pude compartir una tarde con él y con Eloi Fernández Porta --la unión de la ‘Nocilla’ con el ‘Afterpop’--. Charlar con ambos al mismo tiempo es una experiencia un tanto extraña al tener la sensación de estar contemplando a dos hermanos que se complementan el uno al otro. Dicho de otro modo, forman una “extraña pareja” que, de tanto en cuanto, sorprenden a propios y extraños con sus espectáculos de spokenword. Y, allí estaba yo junto a dos de los escritores más influyentes de los últimos cinco años en el ámbito nacional, dos autores que coinciden al decir que el término ‘Generación Nocilla’ es “poco afortunado”. A pesar de no ser muy dados a las listas de nombres y a esas clasificaciones “odiosas”, ambos creen que un autor como Robert Juan-Cantavella comparte inquietudes y preocupaciones similares. El de Almassora es una de las voces más potentes que existen en la actualidad, con su particular estilo que entremezcla el periodismo gonzo, el ‘pulp’ y la ciencia ficción. Sus novelas El dorado y Asesino cósmico le avalan y le sitúan como uno de los escritores experimentales a tener en cuenta. Otro de los narradores que me gustaría citar es Vicenç Pagès, quien me confesó en su día que “un periodista catalán, Mario Serra, escribió que si Los jugadores de Whist, antes de su traducción, hubiera sido escrito en castellano, formaría parte de la llamada Generación Nocilla”. Pagès, curioso por tal afirmación, no dudó en ponerse en contacto con Eloi Fernández Porta; quería saber qué opinaba al respecto. La conexión entre ambos era tal que “ahora Eloi es embajador de mi obra y viceversa”, tal y como me remarcó.
Pese a quien le pese, los diccionarios literarios de la actualidad y futuros reservarán un espacio determinado para todos estos autores que gozan de una particular sintonía, “un estrato sociológico común”, una estética de la narrativa homogénea, una condición aparentemente marginal, un auténtico collage de personajes que vienen y van. La Generación Nocilla ha dibujado un nueva forma de entender la literatura, de eso no hay duda. Y es de eso, precisamente, de lo que hablará Manuel Vilas --La Generación Nocilla y la narrativa española-- el próximo viernes, 20 de abril, en el Ateneu de Castelló. Vilas también forma parte de todo este entramado “nocillesco” o “nocillero” --según se mire--. Autor de obras como España, Aire nuestro o Los inmortales, el de Barbastro es uno de los escritores más originales de su promoción. Así pues, quién mejor que él para acercarnos un poco más las pesquisas de este grupo tan controvertido de las letras españolas. Habrá que verlo y escucharlo, ¿no creen?

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