Cita sin grandes sorpresas (reflexiones sobre ARCO'13)


Renovarse o morir. Provocar. Romper con lo establecido. La controversia hizo acto de presencia en un ámbito, el artístico, que siempre se había entendido desde un punto de vista puramente formal, dejando a un lado todo índice de abstracción o conceptualismo. La aparición de personajes como Marcel Duchamp, Andy Warhol o Joseph Beuys lo cambió todo y el espectador se asustó, se mostró distante y rechazó --sigue haciéndolo hoy día-- esas nuevas tendencias que buscaban dotar a las obras un mayor significado, un sentido más profundo, una reflexión o crítica.
Asistir cada año a la Feria de Arte Internacional de ARCO siempre supone un reto. En primer lugar, porque recorrer las más de 200 galerías puede llegar a ser una proeza digna de las mejores epopeyas. Luego nos topamos de frente con las expectativas previas. ¿Habrá algo que suscite un interés máximo? ¿Cómo estará configurada la feria? ¿Qué artistas podemos llegar a descubrir? El visitante siempre espera sorprenderse, quedarse hipnotizado por el poder sugestivo de alguna pieza en concreto o sentir una extraña sensación de contrariedad. Dicho de otra forma, el espectador busca ser partícipe de un espectáculo organizado en torno al intrincado mercado del arte, un mercado que vive su época de vacas flacas y que aún mantiene un halo de esperanza gracias al coleccionismo privado.
Probablemente, el sentido primigenio de este tipo de citas de la mercadotecnia artística fuera, además de fomentar esa compra-venta, crear una especie de mapa en el cual situar los nuevos derroteros del arte. He ahí su interés y necesidad. Muchos podrán pensar ahora, ¿pero hace falta situar el arte en un contexto determinado? En la actualidad todo precisa de una explicación y el arte contemporáneo puede llegar a ser difícil de entender porque no existen una única interpretación. Como afirmaba Duchamp: “no son los pintores sino los espectadores quienes hacen los cuadros”. Efectivamente, una obra no puede estar completa sin su interrelación con la mirada del público. Ellos son, al fin y al cabo, los que deciden si les gusta o no.

adaptación
La presente edición de ARCO me dejó un tanto indiferente, a pesar de haber un claro predominio de obras en las que la provocación y la denuncia fueran protagonistas. Quizá esa indiferencia estuviera marcada por la esperanza de encontrarme con algo que captara mi atención por completo, que me atrapara. Al no ser así, como es obvio, uno siente una ligera decepción. ¡Pero cuidado! Con esto no digo que la culpa fuera de las propuestas de cada galerista, más bien de la actual coyuntura económica a la que debemos sumar la tan denostada subida del IVA al 21%. Ante este panorama, las galerías se han tenido que adaptar y, por ende, arriesgan menos, aunque siempre puedes encontrar alguna que otra “locura”.
El objetivo marcado por todas las galerías presentes era seducir al coleccionismo privado, que suele ser un poco más conservador, a mi modesto parecer. No obstante, y para no escribir un discurso demasiado pesimista, diré que sigo disfrutando con las obras de un Günther Förg que va al alza o un Jaume Plensa en estado de gracia. Entre los artistas que sí llamaron mi atención se encuentran Fermín Jimenez-Landa, la artista mexicana Teresa Margolles con su obra Ya basta hijos de puta --porque refleja claramente el sentir generalizado de la mayor parte de la sociedad-- o Montserrat Soto, además de la castellonense Mar Arza, cuya producción artística siempre me enamora.


Desde la llegada de Carlos Urroz, ARCO ha ido recuperando, poco a poco, el crédito que había perdido en años anteriores por la mala gestión de sus antecesores. Además, la creación de secciones especiales como Focus Latinoamérica, Opening --donde las jóvenes galerías son las protagonistas-- y Solo objects, hacen más atractiva la feria, de eso no hay duda. De hecho, el balance de ventas y asistencia este año ha sido positivo según dicen desde la organización. Sin embargo, insisto: la austeridad y falta de sorpresas han caracterizado esta edición en el que Turquía era el país invitado.
Finalmente, aunque muchos expertos consideren una pérdida de tiempo visitar este tipo de citas, creo oportuno reafirmar su necesidad por una razón plausible: buscan acercar el arte a la sociedad. Dicho esto, estoy seguro que el próximo año volveré, porque siempre provoca cientos de reflexiones y análisis.

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