Promesas, alcohol y perdición, redención (reseña literaria)

El ser humano es un ser imperfecto, un ser con múltiples, aunque milimétricas, taras emocionales y físicas. Sucumbir al vicio resulta demasiado fácil. Esas debilidades, que nos convierten en carne y hueso, en llanto y pérdida, han sido y son retratadas de forma magistral a través de la literatura.   
Sigo sin entender --o sí entiendo, pero no quiero reconocerlo-- el por qué me siento atraído por leer historias cuyo eje vertebrador sea la búsqueda del perdón, la redención, cuyos protagonistas sean seres perdidos, desconfiados, almas que vagan sin rumbo, personas que se equivocaron reiteradamente y no supieron atenerse a las consecuencias. 
La mayoría de los personajes que pueblan estas novelas de pérdida, viven angustiados por su propia existencia, se quejan, se frustran. Todos ellos buscan esforzarse para ser ellos mismos o, al menos, reflejar la sombra de lo que un día fueron. Es por ello que el alcohol se convierte en fiel compañero, pues les ayuda a olvidar, convierten su vida interior en un simple recuerdo. 
Entre las obras que mejor han sabido captar esa fragilidad de espíritu mezclada con la dipsomanía se encuentra La leyenda del santo bebedor, de Joseph Roth. Publicada poco después de su muerte, en 1939, la historia de Andreas Kartak, que ahora recupera Libros del Zorro Rojo con ilustraciones de Pablo Auladell, te conmueve desde la primera página. Rápidamente simpatizas con él, sientes compasión por él, misericordia. Y lo haces porque sabes que intenta enderezar una existencia que parecía condenada a la miseria más absoluta, al anonimato en vida.  
Andreas es un ‘clochard’, un sin techo, un bebedor. Un buen día, un hombre desconocido, bajo los puentes del Sena, le ofrece 200 francos.  Al principio, los rechaza. ¿Por qué darle semejante cantidad si sabe que no podrá devolvérsela? Tras pensárselo dos veces, Andreas acepta el dinero y el extraño le dice que puede restituirlos, cuando pueda, a la santa Teresita de Lisieux de la iglesia de Sainte Marie des Batignolles. Una vez con los 200 francos en el bolsillo empieza la particular aventura de Kartak, una aventura en la cual, la absenta y el vino y las mujeres, le impiden una y otra vez cumplir con su promesa. El alcohol se apoderó de su mundo hacía tiempo, cambió su prioridad vital, y por más que desee cumplir con su promesa se traiciona a sí mismo constantemente por un deseo del que nunca podrá escapar, perversión de un alma que ansía recuperar el control. Roth te inunda de melancolía, te hunde. Todo te sabe amargo y suspiras, lastimosamente. Brutal. 

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