Traicionarse a uno mismo (reseña literaria)

El Barón de Holbach sentenciaba que "la traición supone una cobardía y una depravación detestable". ¡No quisiera imaginar qué pensaría el filósofo francés sobre el acto de traicionarse a uno mismo! ¿La muerte en vida? Seguramente. 
Nada hay, en mi opinión, más frágil para el ser humano, para su bienestar mental, que prescindir de sus creencias cegado por la codicia, tentado por un deseo que sabemos nos conduce irremediablemente a la perdición. No hablo aquí de ser personas rectas, de moral intachable, que deciden arrastrarse por terrenos donde la lujuria es la dueña y señora de nuestros destinos, no. Hablo de las convicciones que cada uno configura y desarrolla a lo largo de su periplo vital, de sus vivencias y su memoria. Abandonar las aspiraciones que uno persigue es abandonar cualquier intento de ser alguien.
La historia de Nissen Piczenik es la historia de una traición que se va gestando poco a poco en una obra que te noquea por la aparente facilidad con que su autor, Joseph Roth, describe los hechos. Piczenik es un comerciante de corales respetado que no ha viajado nunca fuera de su ciudad natal, Progrody. Es un enamorado de estos animales marinos que, una vez tratados, confeccionan joyas de gran belleza. Piczenik vive por y para ellos, le hipnotizan los matices de color rojo, sus peculiaridades. Los campesinos y burgueses siempre acuden al bueno de Piczenik para embellecerse, para sentirse especiales, queridos, deseados. Nuestro protagonista es feliz, aunque sienta nostalgia por ese mar que nunca ha conocido, ese mar del que nacen sus amados corales. Por eso los mima, por eso siente debilidad por ellos y su trabajo. No obstante, un día, otro comerciante de corales --aunque estos falsos-- se traslada a la localidad vecina y, con precios más baratos, comienza a usurparle la clientela. Tentado por este "estafador", Nissen Piczenik decide entrar en su juego y le compra corales falsos que entremezcla con algunos verdaderos para vender a sus parroquianos. Al principio, conocerá la bonanza, la alegre sensación de recaudar grandes sumas de dinero a costa de sacrificar la calidad de su producto. Pero todo ello se le volverá en contra y perderá su fama, a su mujer y toda esperanza de revertir la situación. Piczenik traicionó aquello en lo que creía a ciegas, sus corales verdaderos, y eso le llevó, finalmente, a la huida y muerte. 
Acantilado recuperó el pasado año esta ejemplar parábola de un autor imprescindible, Roth, Joseph Roth. 

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