Un extraordinario ejercicio de crónica social (reseña literaria)

Nunca me ha convencido la figura del mentor, esa persona que te inculca sapiencia y te guía para desarrollar "el buen gusto". No obstante, he de reconocer que sí han existido y existen figuras que moldearon y condicionaron --y siguen haciéndolo-- mi forma de ser y sentir, de mirar y escuchar. Uno de esos "maestros" fue el que me permitió ahondar en ese enigmático cosmos que es la fotografía. Gracias a él, hace ya mucho, tuve mi primer acercamiento a la obra de uno de los artistas más influyentes del pasado siglo XX: Walker Evans. Su trabajo se centró, casi siempre, en hacer un retrato de la realidad social estadounidense, documentarla. Evans retrató como nadie lo inadvertido, lo rutinario y primitivo. No es de extrañar, por tanto, que en el verano de 1936 fuera él, y no otro, quien acompañara a James Agee al condado de Hale, Alabama, para ilustrar a nivel fotográfico un reportaje sobre tres familias de agricultores algodoneros. 
Evans y Agee, Agee y Evans, palabra e imagen, emociones y lucha, sobre todo, lucha. La revista Fortune encargó esta historia para no publicarla nunca en sus páginas. Quizá, entre sus razones, pensaran que esta no era una historia de interés, que no mereciera el tiempo y esfuerzo del lector. Craso error, como lo demuestra el hecho de que, tras permanecer anónimo durante cincuenta años, este texto --que serviría como preludio del sí celebrado Ahora elogiemos a hombres famosos, de 1941-- sea un extraordinario ejemplo de cómo hacer crónica social --periodismo narrativo en estado puro--, de cómo "hacer visibles a los invisibles", como leí en algún lado. 
A través de la familia Burroughs, Fields y Tingle atisbamos las condiciones precarias de vida que existen, también, en esas naciones poderosas que, no lo olvidemos, forjan su destino mediante la sangre, el sudor y las lágrimas de sus trabajadores, de esos personajes olvidados que se aferran "con sorprendente tenacidad a la vida" y que sacrifican todo, "como pueden ser la capacidad de pensar, de sentir emociones o de distinguir cualquier posibilidad de felicidad o de valor en la vida". 
Agee se muestra incisivo en su retrato sobre aquellos "seres humanos" --personas, instituciones o naciones que fomentan la desventaja social-- que tienen "mucho más en común con el chinche, la tenia, el cáncer y los carroñeros del hondo mar". Algodoneros. Tres familias de arrendatarios (Capitán Swing Libros) es una lectura apabullante por la capacidad descriptiva de Agee y su reflexión y, cómo no, por esas imágenes que lo dicen todo sin decir nada. 

Comentarios

Un texto y unas fotografías increíbles. Librazo y punto.
Eric GC ha dicho que…
Librazo, librazo. Y tanto que sí.

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