Aceptar la muerte de un hijo, enfrentarse a la pérdida (reseña literaria)

El nadador en el mar secreto (Navona) es un relato que te encoge el corazón por momentos. A medida que pasas las páginas sabes que algo devastador va a ocurrir. Y no te equivocas. William Kotzwinkle toca la fibra sensible del lector mediante esta historia de la pérdida de un hijo, pero un hijo al que no le ha dado tiempo a ser siquiera un hijo, el hijo. 
La resignación, la cruel aceptación de tal acontecimiento (desolador para cualquier padre), ese enfrentamiento con la muerte que se cierne antes de que exista la propia vida... Todo ello es tratado aquí de una forma casi poética, las imágenes que describe, el tono... Kotzwinkle narra la ilusión de un feliz matrimonio ante el nacimiento de su pequeño. Es una pareja joven, Laski y Diane, viven en el bosque, alejados del mundanal ruido. El uno frente al otro, el uno junto al otro, y su pequeño, que en breve nacerá y llenará cada rincón de su humilde cabaña de alegría. No obstante, y aunque no queramos reconocerlo (pues eso nos da miedo), la vida es una tómbola. Nunca se sabe qué nos va a deparar. El destino o el azar siempre sorprende, para bien o para mal. En esta ocasión, su desenlace resulta desalentador, amargo, cruel.
Si algo se le puede achacar al texto es la sobriedad que refleja en ciertas ocasiones. Quizá, a priori, uno esperara más lágrimas y llantos, más locura y desasosiego, pues una pérdida semejante puede desquiciar a cualquiera, sacarle de sus casillas, volverlo un ser inerte, pasivo. No obstante, debo decir que se agradece esa prosa sencilla y clara, sin artificios en busca de la sensiblería suprema, pues estamos ante un retrato que es puro dolor y desconsuelo.
Tras 30 años en el olvido, Navona ha decidido recuperar este texto que William Kotzwinkle escribió tras la muerte de su propio hijo nada más nacer. El autor de la versión literaria de E. T. El extraterrestre se encerró durante días para escribir esta historia, su historia, a modo de ejercicio de introspección y para exorcizar su angustia. El norteamericano quiso enfrentarse a una pérdida semejante mediante la palabra escrita, plasmándola en papel. 

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