Un intento de huida de ese pasado que siempre vuelve (reseña literaria)

Un hombre frente a otro, en mitad de un bosque nevado. Soldados, enemigos aunque hijos de una misma patria, de una misma lengua. Mencheviques contra bolcheviques, armas que se desenfundan, disparos que se creen certeros. Un joven de apenas dieciséis años, temeroso y tembloroso, abate a un hombre y lo cree muerto. Sin testigos, tan solo su conciencia, el muchacho huye del lugar del crimen a lomos del caballo del soldado caído, pero no logra escapar jamás de ese instante, de esa acción funesta que le perseguirá el resto de sus días. 
Pasados los años, el chaval, hecho ya un hombre, vive en París y es periodista. Sin saber muy bien cómo, llega a sus manos una novela, un manuscrito escrito por un tal Alexsandr Wolf que le deja atónito. La historia que lee, que tiene antes sus ojos, es su misma historia. Con todo detalle se narra ese desgraciado duelo que le corroe el alma. ¿Cómo es eso posible? Se pregunta. No había nadie allí, tan solo el joven y el jinete, cara a cara. ¿Quién ha podido escribir tal cosa? ¿Quién es Alexsandr Wolf? 
Gaito Gazdánov es el autor de El espectro de Alexsandr Wolf (Acantilado), un libro en el que se narra una obsesión, la inquietud por saber quién es ese hombre apellidado Wolf. También es una historia en busca de la redención, un intento de liberación. A medida que transcurre la acción, el protagonista se obceca en encontrar a ese hombre que, al parecer, conoce su secreto, su crimen. Esta búsqueda le llevará a los brazos de una mujer en apariencia ausente, fría, cerebral, pero irresistible. Y ella será, en un giro inesperado, el nexo de unión entre el periodista y el escritor, entre el joven muchacho que accionó su arma (casi) de forma inconsciente y el jinete derribado que, y esto lo sabemos más tarde, no murió del disparo. Recuperado años más tarde, y también obsesionado por lo ocurrido, Wolf decide narrar su fractura emocional intentando sanar la herida, ansiando la paz espiritual, una paz que nunca le será concedida porque el pasado siempre vuelve y la muerte, bien es sabido, no yerra su cometido una segunda vez. 
Es esta también una historia dentro de otra historia, donde el pasado y el presente se encuentran, se amedrentan y se perdonan, dejando claro que no existe víctima ni verdugo, pues todos somos víctimas de nuestros propios pecados y la culpa, la eterna culpa, nunca nos abandonará a pesar de que intentemos disfrazarla.  
Fascinante historia, elaborada, diría que sobresaliente. Gazdánov es inteligente, se sumerge en el terreno de lo existencial y versa sobre la fatalidad y el azar de modo sublime. 

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