La historia de un Adán y una Eva interplanetarios (reseña)

Aquello de que todo se ha dicho ya, «Nihil novum sub sole» (nada nuevo bajo el sol), es algo que deberíamos tener muy presente, pues todo tiene su precedente. Los anhelos y esperanzas de todo ser humano, nuestras frustraciones y decepciones, suelen ser las mismas generación tras generación. El contexto cambia, las situaciones son distintas en su forma, pero el contenido, la esencia de lo que somos y queremos llegar a ser, se diferencia más bien poco de la esencia de nuestros antepasados. Todos queremos amar y ser amados, todos queremos formar parte de un algo, aunque no sepamos qué es ese algo. El ser humano es un ser extraño.

¿Se puede ser original? ¿Crear algo único? Tengo mis serias dudas, pero no está de más intentarlo. Si algo nos caracteriza es, precisamente, el empeño. Así, y aunque más de uno sea reticente, en ocasiones encontramos formas inusitadas de contar un mismo tema, de expresar un mismo miedo o sueño. Gracias a la fantasía e imaginación, a esa capacidad mágica que tenemos por reinventarnos, algo banal se torna en algo extrañamente profundo y atrayente. He ahí la gracia, he ahí la «originalidad». 

Cuando uno lee la historia que Tom Gauld describe en Un policía en la Luna (Salamandra Graphic) se da cuenta de que está ante una historia típica de chico conoce a chica —la base de prácticamente toda la literatura universal—. Sin embargo, de típica esta historia tiene más bien poco, ya que la acción transcurre en la Luna, el único satélite de la Tierra, en una época indeterminada, un futuro quizá no muy lejano. El protagonista es un agente de la ley, un policía destinado a preservar la seguridad de los que habitan ese cuerpo celeste, si bien poco ha de preservar, pues la colonia que allí habita es más bien escasa. Así, nuestro policía en la Luna pasa sus días un tanto aburrido, llevando a cabo la misma rutina de siempre, patrullando un lugar inhóspito que poco a poco le convierte en una especie de autómata. 

Pasan los días y nuestro héroe se ve inmerso en algún que otro suceso no excesivamente peligroso como la búsqueda de un perro perdido o la aparición de un robot fugado del Museo de la Luna, simples anécdotas que Gauld describe gráfica y textualmente con humor y con un tono ligeramente melancólico; un tono que irá cambiando al comprobar nuestro policía que la escasa población de la colonia va mermando, lo cual le produce cierta desazón. Como si se tratara del éxodo rural que vivieron muchas de las poblaciones del campo, la Luna se va quedando sin gente y el agente de la ley se va quedando más y más solo hasta el momento en el que aparece una joven a la que, curiosamente, destinan allí para regentar una cafetería. Como ven, chico conoce a chica. Ambos se convertirán en los únicos pobladores de la Luna, como si se trataran de un Adán y una Eva interplanetarios. Una historia inteligente, singular y entrañable. Queremos más Gauld. 

Comentarios

Entradas populares