El afán de supervivencia de un pícaro esclavo negro (reseña)

No logro entender por qué solemos identificarnos con los antihéroes. Puede que esos personajes que representan la antípoda del ideal caballeresco nos «roben» el corazón por ser más humanos o creíbles. Soy de la opinión de que reconocemos el fracaso como algo inherente, y eso provoca que sintamos mayor aprecio y confianza por aquellos que, sobre el papel, resultan equivalentes. También existe otro dato que me parece relevante, y es el humor socarrón de muchos de estos personajes canallescos. Destilan gracejo y eso, reconozcámoslo, conquista.

La novela picaresca está plagada de estos seres desdichados pero muy astutos, supervivientes de pura cepa que harían lo que fuera con tal de salir airoso de cualquier situación que les induzca al peligro. El pícaro es un tramposo, pero un tramposo que nos cae bien, y muchos de ellos han protagonizado algunas de las historias más sorprendentes de la literatura universal, desde el Lazarillo de Tormes a Huckleberry Finn. A través de ellos, sus autores lograron compartir una profunda crítica social y política enmascarada en las mil y una aventuras que se suceden en las historias. Historias moralizantes, que se sirven de la sátira para reivindicar la hipocresía reinante en un mundo que era, es, y seguirá siendo injusto.

El músico y escritor norteamericano James McBride se aprovecha de esa tradición burlesca para narrarnos en El pájaro carpintero (Hoja de Lata) la historia de Henry Cebolla Shackleton, un escurridizo y menudo esclavo negro sureño en las postrimerías de la abolición de la esclavitud. En esos pueblos sureños que uno se imagina mugrientos y sin ley, nuestro protagonista aparece ayudando a su padre en una barbería. Ambos son propiedad de un esclavista que se ve implicado en un altercado con el capitán John Brown El Viejo, abolicionista devoto famoso por su temeridad. Tras ese tiroteo, Brown, cuya única misión en la vida es la de «liberar a todos los negros de la esclavitud», se llevará al joven Shackleton con él, a quien confunde con una niña y que bautizará con el nombre de Cebolla. Es a partir de entonces que nuestro pícaro hará lo posible por ocultar su verdadero género con tal de seguir manteniendo el pellejo.

Con un gran sentido del humor, propio del género, McBride ficciona la encarnizada (y hasta cierto punto alocada) lucha que Brown llevó a cabo a mediados del siglo XIX en los Estados Unidos, pues este personaje existió realmente y fue un ídolo para todos los contrarios al esclavismo en la época, entre ellos Henry David Thoreau. El autor se sirve de esta recreación para hablar sin tapujos de ese periodo de sangre que llevó al país a una cruenta guerra civil, además de analizar y reflexionar sobre el hecho de ser negro en los Estados Unidos, una reflexión y una crítica que sigue estando muy presente debido a los constantes brotes de racismo.

Merecedora del National Book Award, es esta una entretenida y a la vez profunda novela por sus apreciaciones sobre la raza, el género y la diferencia de clases. A destacar la traducción de Miguel Sanz, pues no era nada fácil. 

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