Un soliloquio de nostalgia, dolor y vergüenza (reseña)

España puede presumir de ser uno de los países que más traducciones realiza año tras año. Eso nos permite, a los que somos lectores voraces (y a los que no, también), conocer la narrativa de autores que, de otro modo, pasarían totalmente desapercibidos. Es el caso de Jean Meckert, del que confieso no saber nada hasta hace unas semanas, cuando alguien al que tengo en alta estima me avisó de que emprendía una nueva aventura como editor de un nuevo sello de título poético: Las Afueras.

La primera obra que ve la luz en este proyecto editorial que se me antoja exquisito es, precisamente, una de este autor francés, Los golpes. ¿Qué podemos decir de ella? Siempre me centro en las sensaciones que me produce un libro al leerlo, más que en la acción que transcurre. Me importa más el impacto de la prosa, su estilo y lenguaje, y en esta novela encuentro un lenguaje seco y directo pero no exento de belleza, con una gran carga poética y también reflexiva, y un estilo talentoso. Todo en esta novela parece simple a priori, pero esconde una fuerza que me ha impresionado y desconcertado, pues la historia que aquí narra Meckert no es una historia de proezas, aquí no hay aventuras que protagonizar ni enigmas por descifrar, a no ser que sea la propia existencia y nuestra supervivencia una proeza en sí misma, y nuestros quehaceres cotidianos un enigma que día tras día vamos desvelando y comprendiendo.

Como digo, en esta historia entre un hombre y una mujer, entre Félix y Paulette, todo resulta ordinario en tanto que se narra el inicio y fin de su relación, pero siempre hay algo más, un detalle, un pensamiento, una actitud, que te mantiene cautivado, concentrado. Esto es así por la forma con la que Meckert presenta la historia, como una especie de monólogo protagonizado por Félix, o más bien, una evocación repleta de dolor y nostalgia, incluso de vergüenza, aunque también asistimos a toda una declaración de intenciones, o más bien, una crítica sobre el aburguesamiento de la sociedad y su consecuente hipocresía. Félix se siente incomprendido y casi siempre malentendido, y esto le conduce hacia una rabia que no puede contener, hasta el punto de llegar al maltrato físico con esa mujer que parece humillarlo (¿de veras lo humilla?) ante la mirada y las risas de sus familiares. 

El pensamiento de Félix, ese soliloquio que mantiene consigo mismo, está conformado por oraciones sonoras que parecen golpes. Cada frase es un choque contra el mundo, contra sí mismo. Esa batalla constante que mantiene es la que hace que el lector no pueda permanece impune, y aunque sabe que las acciones que comete no pueden ser justificadas, siente cierta compasión por él. Extraña sensación.

Los golpes de Jean Meckert es una novela portentosa, de una gran profundidad por ese conflicto moral que presenta. Es esta una historia arrolladora, maravillosa, cruda, cautivadora. 

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