Lo que desconocemos del ascenso de Hitler al poder (reseña)

El 20 de febrero de 1933 no fue una fecha como otra cualquiera, dice Éric Vuillard en su libro El orden del día (Tusquets). No lo es porque ese día se produjo una reunión que, en cierto modo, marcó los años posteriores, años cruentos de consternación y espanto, de horror. La monstruosidad se instaló en Europa, en el mundo, y lo hizo de la mano de un ser acomplejado y perturbado que, no olvidemos, una vez fue niño: Adolf Hitler

Estudiante mediocre, artista frustrado, voraz lector de obras de historia y mitología alemana, poco tardó en declararse un ferviente nacionalista pangermano que aborrecía la diversidad étnica del Imperio austrohúngaro. Son muchos los estudios y obras de ficción y ensayo que han tratado de forma concienzuda el ascenso de Hitler al poder del gobierno alemán como líder del Partidio Nacionalsocialista Obrero Alemán o Partido Nazi. Aún después de haber leído algunas de estas obras, y de haber visto películas y documentales cinematográficos sobre ello, sigue causándome una gran conmoción las políticas empleadas por Hitler y su séquito de «ilustrados» —entiéndase la ironía, por favor—. ¿Cómo logró convencer a toda una nación de su visión? ¿Cómo fue posible toda esa barbarie, esa demostración de infamia? ¿La propaganda nazi era tan poderosa? Sinceramente, no lo sé, aunque los seres humanos solemos permanecer impasibles ante las injusticias a causa del miedo, culpable de guerras e incultura, como se ha demostrado desde tiempos inmemoriales.

Hitler necesitaba del apoyo de los poderes fácticos para hacer realidad ese sueño de expansión, un apoyo que le concedieron los miembros de aquella «fatídica» reunión celebrada en el Reichstag el 20 de febrero de 1933, pues allí se encontraban los dueños de empresas que hoy día siguen estando en la cima de distintos sectores empresariales, como Opel, Krupp, Siemens, IG Farben, Bayer, Telefunken, Agfa y Varta. Fueron ellos los que donaron ingentes cantidades de dinero a Hitler; en teoría, para que Alemania lograra una ansiada estabilidad que le había sido «arrebatada» al perder la Gran Guerra. 

Vuillard narra estos hechos entremezclando reflexiones propias, algunas conjeturas y también testimonios que ha ido recopilando para ofrecernos un relato del que es imposible desentenderse, un relato en el que nos adentra en las entretelas de esa manipulación llevada a cabo por los nazis para anexionarse Austria con miras a la conquista del resto de Europa, eliminando a su paso a todo aquel que pensara diferente, que fuera diferente. A través de estas páginas, el autor francés, que ya me embelesó con su libro sobre Buffalo Bill Tristeza de la tierra (errata naturae), vuelve a demostrar que sabe conjugar la literatura y la historia como pocos, aportando una profunda reflexión moral sobre unos acontecimientos que considera una auténtica desfachatez, actos de los que todavía es difícil sobreponerse por su sadismo, por su locura.

Éric Vuillard escribe de forma sutil pero con una poderosa carga moral. Un libro que me parece magnífico. 

Comentarios

Entradas populares