Un diálogo de Halfon con la vida y la literatura (reseña)

Para mí, cada nuevo libro de Eduardo Halfon es una celebración. Lo es porque en cada nuevo libro de Eduardo Halfon encuentro rasgos o pequeños detalles que reconozco, me son familiares, pues en cada una de sus obras este escritor genial comparte un nuevo aspecto de su vida, una vida que es literatura, que nace de la literatura.

Leí en algún otro libro que viajar es también una manera de reunir historias. Si esto es así, Halfon viaja de forma constante. Viaja hacia el pasado, su pasado familiar. Viaja, también, por la literatura, y lo hace tensando los límites de la vida y la escritura hasta el punto de no saber diferenciar qué es realidad y qué ficción. Poco importa, la verdad. O mejor dicho, sí importa porque todo cuanto está escrito es verdad, o es una verdad, y eso, para mí, ya tiene un valor fundamental.
Con pocos autores me ha pasado lo que me pasa con Halfon. Me explico. Siento hacia él una especie de fervor, no sé si religioso, hacia su literatura, hasta el punto de presumir de haber leído toda su obra publicada. Tal es mi compromiso para con él y su obra, un compromiso basado en la creencia de que su proyecto profesional (y también personal) aporta algo nuevo a la propia literatura. Creo en él, creo en su obra. Es así. 

Biblioteca bizarra es el nuevo título del escritor nacido en Guatemala. La editorial zaragozana Jekyll & Jill ha sido la encargada de publicar esta obra que es, en realidad, una especie de antología de textos ya publicados con anterioridad en distintas publicaciones. Muchos quizá se pregunten qué tienen en común estos textos para reunirlos en un solo volumen. A ellos les respondería que su nexo se encuentra en el diálogo que Eduardo Halfon mantiene con su entorno más cercano, algo que, en realidad, es característico de su producción literaria. Son, efectivamente, textos muy personales en los que vuelve a reflexionar sobre sus inicios en la escritura, sobre su posición en el mundo como escritor o sobre su posición en el mundo como padre.

En estos textos — sublimes son «Los desechables» y «Halfon, boy»—, que vuelven a deleitarme con ese ritmo extraordinario y su riqueza, Halfon se sincera, desnuda parte de su alma de escritor y ser humano cuando le escribe a su hijo recién nacido o cuando evoca esa infancia marcada por el exilio, o cuando escribe sobre el miedo de ejercer la escritura en un país de censuras, asesinatos y exiliados. Existe una calidez, una profundidad deslumbrante en cada uno de estos relatos o crónicas en los que también, y como no podía ser de otro modo, sobrevuelan otros autores, otros libros, desde William Carlos Williams a Chéjov, Rilke u Horacio Castellanos Mora. Algunos de estos textos quizás parezcan meras anécdotas, bien es cierto, pero en todos existen los retazos de un mundo que con el tiempo Halfon va construyendo, un mundo en donde la literatura todo lo puede. De nuevo, Eduardo me conquista. 

Comentarios

Entradas populares