Historias trascendentales acerca de la muerte (reseña)

Cuando leí Ángeles derrotados (Anagrama), hace ya unos años, supe que la prosa de Denis Johnson iba a acompañarme hasta que mi capacidad lectora sobreviva. La historia de Bill y Jamie, esas dos almas a la deriva que nos sumergen de pleno en el lado oscuro del  sueño americano me conmovió en grado sumo, y es por ello que decidí seguir leyendo a Johnson por los siglos de los siglos. Amén.
Al conocer la noticia de su muerte, inesperada como todas aunque, quizá, demasiado precipitada —tan solo contaba con 67 años—, no pocos fueron los que reconocieron en él a un maestro, alguien capaz de fascinarnos a través de la crudeza que impregnan sus historias, y de hacerlo de un modo profundamente humano, incluso bello. Su capacidad narrativa era, es exorbitante.

El favor de la sirena (Random House) es su último libro publicado. De hecho, se ha publicado póstumamente, coincidiendo con el primer aniversario de su muerte, lo cual dota a esta edición de una gran carga emocional que quizá pueda condicionar nuestra lectura. Al menos, son varias las personas que piensan que es difícil hacer un balance objetivo del libro al ser demasiado reciente su desaparición. Sin embargo, no creo que sea así. Las historias que comprenden este conjunto de relatos son memorables por sí solas, y esto es así porque el bueno de Denis Johnson escribía con una franqueza admirable.

En los cinco relatos existe una especie de reflexión en torno a la muerte que, coincido con lo dicho por muchos y más avezados críticos que yo, resultan proféticos. Pareciera que el propio Johnson era consciente y sabía que Caronte iba en su busca para transportarlo al otro lado del Aqueronte, viaje que nos ha privado de la escritura de un autor al que admiraron ilustres como Philip Roth, Don DeLillo o George Saunders, por citar solo algunos nombres. Una verdadera lástima, pero así es la vida.

De entre todos los relatos que comprenden esta obra, sigue revoloteando en mi mente esa hilarante historia con Elvis Presley de fondo, «Doppelgänger, Poltergeist», en la que un poeta se obsesiona hasta lo enfermizo con la figura de ‘El Rey’. O esa otra en la que un hombre escribe cartas a familiares y al mismísimo diablo desde un centro de desintoxicación, explicándoles que va a recuperarse, esta vez sí. Son relatos repletos de fuerza, con un halo fantasmagórico, que nos sumergen en las profundidades de la propia muerte y que te remueven algo por dentro. 

Johnson tiene una habilidad especial para convertir la tragedia, transformarla en una aspiración vitalista. «No es necesario estar tan triste», decía él mismo. Y lo cierto es, que a través de un sutil sentido del humor, logra que esas situaciones límite arrojen una especie de luz sobre las tinieblas. Una prosa que articula infinidad de sentimientos y emociones, situaciones críticas y enloquecidas, un ejercicio sublime y franco de escritura, propio de un genio literario que, por desgracia, ya no está, pero sigue existiendo. 

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