Una reconciliación con el pasado para sanar el alma (reseña)


El territorio de Nebraska es grande. Vastos son sus campos y praderas, majestuosos sus acantilados y cimas, sinuosas sus dunas de arena. Es un paisaje que permanece en cierto modo inalterable al paso del tiempo, si bien ha sufrido en sus carnes el horror y la miseria, el sufrimiento de un pueblo como la tribu de los sioux,  una de las tribus de nativos americanos que vieron ante sus ojos cómo sus tierras eran invadidas y sus familias aniquiladas, fruto del «progreso», de la «civilización».

Zona agreste y salvaje, como la mayoría del medio oeste norteamericano, por Nebraska transcurren algunas de las rutas históricas que llevaron a los «colonos» o «pioneros» al oeste del país de las «grandes oportunidades», en un momento de su historia que, a la postre, ha sido determinante en su devenir. Durante el siglo XIX, y más concretamente tras la Guerra de Secesión, el gobierno estadounidense hizo lo posible por desatender los pactos establecidos sobre el territorio que pertenecían a los nativos. Los sioux habitaban las llanuras de Estados Unidos, y aunque eran nómadas, suyo era ese territorio por el que se desplazaban según el movimiento de las manadas de bisontes. Pero la codicia no conoce límites y no atiende a razones, como está demostrado, y lo que en un principio era un entente respetuoso se convirtió en una agresiva acción de ocupación y aniquilación. ¡Cuánto daño puede causar el ser humano, cuánta desgracia!

Dalva (errata naturae), de Jim Harrison, narra la historia de una mujer aparentemente fuerte, segura de sí misma, pero con un pasado trágico que siempre está presente y que le sume en una especie de inestabilidad emocional. Huérfana de padre, viuda y madre de un hijo al que no conoce, Dalva es a pesar de todo ello, y por todo ello, alguien capaz de superar cualquier adversidad gracias a una independencia que ha ido forjando a través de los años. Originaria de Nebraska, descendiente, en parte, de los sioux, la protagonista de este relato absorbente y que te traslada por esas praderas infinitas, conmueve por su humanidad, por la desnudez de sus pensamientos y de su alma, y por esa historia personal que está ligada estrechamente a la de un pueblo humillado, el de sus antepasados paternos. 

Harrison, con una maestría inusitada a la hora de narrar la historia de Dalva, se permite estructurar el libro en tres capítulos en los que se intercambian dos voces, la de Dalva y la de un historiador, amante suyo, llamado Michael. Será él quien investigue el pasado de la familia, y Harrison aprovecha esa circunstancia para ofrecernos un discurso totalmente distinto, en el que critica aquellos hechos sangrientos e incongruentes que darían lugar a acontecimientos tan sombríos como la masacre de Wounded Knee. Estamos, por tanto, ante un viaje de reconciliación con el pasado, una búsqueda para sanar las heridas abiertas que, como digo, resulta extraordinario por unos personajes que admiras por sus fortalezas y también por sus debilidades. Naturaleza salvaje, almas salvajes, pasajes y paisajes de gran belleza. Maravilloso Harrison. 

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