Historias (de mujeres) marcadas por la añoranza (reseña)

No pocas veces se ha dicho que la mirada de Jean-Marie Gustave Le Clézio es la mirada de un francés abierta al mundo. El premio Nobel del literatura encarna a la perfección esa figura del cosmopolita que definiera el filósofo cínico Diógenes. No hay duda, Le Clézio es un ciudadano del mundo, políglota, viajero, un ser preocupado sobre el presente y futuro, alguien que aprecia la diversidad, que ha aprendido a enriquecerse de ella; es una persona, reconoce, que es feliz con las pequeñas cosas. Todo ello se observa en sus escritos, impregnados de esa multiculturalidad, de ese afán por ver y recorrer un mundo sin murallas ni fronteras, pues solo así podemos ser (o considerarnos) personas libres —recuerdo ahora las palabras de Daša Drndic en su libro Trieste (Automática): «Pero la frontera es siempre una herida profunda [...]»—. 

El autor de origen francés, aunque también africano (de la isla Mauricio) y, por qué no, hispanoamericano (vivió en México, Panamá, Colombia...) ha sido un nómada, un aventurero o viajero que se ha nutrido su literatura de los colores, tradiciones y costumbres de aquellos lugares en los que ha vivido, como queda perfectamente reflejado en Arde corazón y otros relatos, libro que se publicó originalmente en francés en el año 2000 y que ahora tenemos oportunidad de leer en castellano gracias a la editorial argentina (con sede en Madrid) Adriana Hidalgo.

En este conjunto de textos, Le Clézio se centra principalmente en las mujeres. Mujeres de México, la Polinesia, Estados Unidos o la isla Mauricio, mujeres intensas pero al mismo tiempo delicadas. Todas ellas parecen buscar algo o huir de algo, de un pasado, quizá. En todos los textos aquí reunidos, existe un sentimiento profundo de nostalgia, de añoranza por la infancia y la juventud, por las tradiciones olvidadas de ciertas culturas... Le Clézio nos invita a recorrer con él, a través de estos personajes variopintos, paisajes que podríamos definir como exóticos pero que son realidades crudas, con sus pequeñas desgracias y sus anhelos, también con su violencia y sus pérdidas, con sus injusticias. De forma casi imperceptible, el lector empatiza en cierto modo con esos personajes que ansían, como la mayoría, llenar ese vacío que les impide sentir la verdadera felicidad, un vacío que se produce por esas fracturas que provocan la pérdida irremediable de la inocencia.

A lo largo de estos relatos, ambientados, como decimos en distintos lugares y también distintas épocas, la familia, el amor y el deseo, la historia y ese sentimiento de pertenencia a un lugar están muy presentes, y lo están sin edulcorantes, es decir, que Le Clézio no busca retratar escenas idílicas (no duda en hablar de la esclavitud sexual y de la muerte, del dolor y el abandono, de la soledad). Interesantes estampas las que ofrece el autor francés, si bien echo en falta un poco más de profundidad o carga emocional en algunas de ellas. No obstante, recomendable. 

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