Reflexiones de un partisano sobre el sinsentido de la guerra (reseña)

Mucho se ha escrito sobre la guerra, sobre los horrores que provoca, y se ha hecho desde distintas perspectivas, del lado de los vencedores y de los vencidos. Todas ellas reflejan el caos y la atrocidad que el ser humano es capaz de provocar. Somos culpables de generar las más míseras condiciones de vida, y todo por el afán de ostentar un poder superior, de control absoluto, más allá de los designios de cualquier deidad. En otras palabras, el ser humano se muestra cruel y despiadado por el mero hecho de querer ser inmortal, por situarse en la cima de la pirámide jerárquica que rige el mundo. Con ello sólo consigue la ruina material y espiritual, la destrucción absoluta de la esencia del ser hasta el punto de desfigurarnos.

Tiranos y opresores, iluminados y conquistadores, víctimas y muerte. La guerra ha demostrado siempre que lo único que puede esperarse de ella es la sinrazón y el olvido, la erradicación de un modo de vida sencillo, y los llantos y lágrimas de todas y cada una de esas almas que se han visto desposeídas de sus derechos y libertades. No obstante, se dice que en las guerras el ser humano se muestra verdaderamente como es, pues sale a relucir su instinto de supervivencia, nublando ese apartado emocional que se encarga de la conciencia, siendo incapaces de discernir lo bueno de lo malo, lo que es justo de la mayor de las injusticias. En la guerra no hay ley moral que valga. Es un hecho.

En la II Guerra Mundial hubieron muchos frentes de acción atroz y de cobardía. Uno de ellos es el que se vivió en los territorios del norte de Italia y la antigua Yugoslavia, donde los partisanos se hicieron fuertes en las montañas y plantaron cara a la Alemania nazi mediante la guerra de guerrillas. Puede que la historia de esos guerreros sea de las menos conocidas, pero vivieron y protagonizaron la misma barbarie que en el resto de zonas donde tuvo lugar la contienda bélica. Como veterano de esa misma guerra, Vitomil Zupan relata en Minué para guitarra (En veinticinco disparos) (Sajalín) la vida de un partisano que sobrevive a la infamia del conflicto, y lo hace entremezclando la narración de la acción directa en el campo de batalla (describiendo los disparos, las refriegas, la sangre y las heridas, las muertes en combate y el miedo constante) con el encuentro que años más tarde protagoniza con un antiguo soldado alemán disfrutando de unas vacaciones en la isla de Mallorca. 

A lo largo de este relato intenso, cargado de profundas reflexiones sobre el sinsentido de la guerra («Los muertos tienen mucho poder. Son la población más numerosa del mundo», escribe el autor esloveno en uno de tantos fragmentos inolvidables), de los bandos y de aquellos que rigen los destinos de las naciones, Zupan muestra la incongruencia de un periodo que a la postre ha sido clave y decisivo en nuestra historia reciente, una época que muchos intentan olvidar pero de la que es imposible desentenderse por su salvajismo e impiedad. Novela dura pero emocionante. 

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