Una indagación potente y sutil sobre la intimidad (reseña)

«Las novelas autobiográficas pueden ofender más que la foto de un culo», escribe Magalí Etchebarne en el primero de los relatos que forman parte de su libro Los mejores días (Las afueras). Como suele ser habitual ya en mí, éstas son las frases que me inducen a cierta reflexión en torno a los distintos mecanismos, artefactos y revelaciones que ofrece y en las que se basa o sustenta la propia literatura. Para algunos, esta sentencia quizá no merezca ninguna atención; para mí, es toda una declaración de intenciones, y por eso me engancha, me interesa, me sacude.

Los mejores días está conformado por ocho cuentos o relatos en los que Etchebarne indaga sobre la intimidad de las relaciones humanas desde distintos prismas, pero no se engañen, no son historias edulcoradas, tampoco inocentes, si bien su prosa está cuidada al máximo y existe —negarlo sería una tontería— una gran sensibilidad en todos ellos. Hay quien dice que son cuentos sobre mujeres, o sobre las relaciones que establecen como madres, hijas, mujeres o amantes. Pensar eso sería quedarse corto, y lo que es peor, sería injusto. Aquí se habla de amor, claro está, pero también sobrevuela la duda y la traición, incluso ciertos reproches basados en las contradicciones e inseguridades que todos y cada uno de nosotros generamos y sufrimos al establecer un vínculo o nexo sentimental con otra persona. La sutileza con la que la autora argentina describe toda esa complejidad emocional y física es sorprendente, más aún teniendo en cuenta que no es fácil plasmar sobre el papel todas esas obsesiones.

Las historias mínimas que conforman este conjunto de relatos cotidianos, o escenas costumbristas, esconden tras de sí una profunda observación sobre el deseo y la culpa, además de una crítica subyacente en torno a esa idea de la mujer obsesiva, necesitada, frágil. En este sentido, Etchebarne dibuja a una mujer que puede y quiere romper, por qué no, con todos esos tabús impuestos por una sociedad que sigue siendo machista por desgracia. Mujeres que deciden abandonarlo todo, incluso a su familia, por un amante. Mujeres que sienten deseo sexual. Mujeres que no tienen miedo de hablar abiertamente de sus sentimientos. Y todo ello sin caer en el victimismo romanticón, ni en sentimentalismos que provocarían una lectura demasiado indulgente de estos retratos que poseen mucha fuerza.

En definitiva, y tras la atenta y enriquecedora lectura de Los mejores días, sigo sorprendiéndome con la capacidad narrativa que poseen los autores procedentes de Argentina, un territorio que a mi modesto parecer está ofreciendo actualmente a la literatura en español algunos de sus mejores representantes. La aparente facilidad con que Magalí Etchebarne describe todo cuanto describe es un claro ejemplo de ello. En cada frase, que no es inocente, insisto, hay tras de sí una serie de vivencias, de atmósferas y de saberes que logran generar la tensión necesaria para que uno no pueda desentenderse de estas historias en las que, como bien dicen desde Las afueras, «fluye una energía salvaje». 

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