La frustración que supone el desarraigo y la violencia (reseña)

El miedo, para Bertrand Russell, es el padre de la crueldad, y el ser humano ha desarrollado una capacidad admirable y desagradable al mismo tiempo de generar el miedo, de provocar el pánico y sumirnos en el terror y el caos. Esto quiere decir que el ser humano puede llegar a ser la más cruel de las criaturas que pueblan la faz de la tierra, y lo hace desde que el mundo es mundo, algo que me sigue contrariando enormemente por el hecho de no concebir tanta maldad y violencia.   ¿Cómo es posible tanto dolor provocado, tanta perversidad? ¿De veras es imposible convivir sin atropellos, violaciones y agresiones? ¿El miedo es poder o el poder se sirve del miedo para gobernar a su antojo? ¿Por qué, para qué?

Recuerdo ahora las palabras de Stefan Zweig cuando dijo que «el miedo es peor que el castigo», y no puedo más que gritar: ¡Dejadnos vivir! ¡Dejadnos vivir en paz! Pero no hay manera, nunca ha habido manera, pues somos demasiado obtusos e implacables, incapaces de reconocer nuestras carencias e incapaces de afrontar ese miedo tras el que se esconden los terrores más indescriptibles. Nadie puede explicar exactamente qué ocurre dentro de nosotros cuando esos terrores asoman, nadie. Nadie puede comprenderlos, y menos un niño que vive en primera persona esa violencia extrema, incongruente, gratuita. 

Fede Nieto narra en Niño anómalo (Hurtado y Ortega) su particular historia a través de unos recuerdos algo difusos que poco a poco afloran con mayor fuerza y que describen las atrocidades cometidas en nombre de la ley, de la nación, en esa Argentina que vivió en un solo siglo hasta seis golpes de estado, con sus respectivas seis dictaduras militares, la última de las cuales impuso el terrorismo de Estado en el que se violaron masivamente los derechos humanos y se produjeron cerca de 30.000 desapariciones, entre asesinatos y otros crímenes. 

Nieto era apenas un niño cuando unos paramilitares entraron en su casa encañonando a sus padres, hecho violento que provocó otro tipo de violencia que no se suele declarar como tal, como es el exilio, la huida, provocando un conflicto interno que tiene mucho que ver con la identidad de uno. Con siete años, Fede Nieto abandona abruptamente la infancia y, a partir de entonces, aparece en su interior ese «niño anómalo», enrabietado, miedoso y dominante, que lo sume en una frustración constante. Con siete años, y sin proponérselo, se convierte en un ser desarraigado. Una injusticia, un castigo demasiado severo.

Intercalando pasado y presente, esta novela autoficcional o autobiográfica revela una serie de abusos y sinrazones de las que difícilmente uno puede salir indemne. Este relato encoge el corazón, lo remueve, por su sinceridad pero también por el modo directo aunque sutil con que describe cómo se fracturó y cuán difícil le resultó recomponerse al mantener ese crudo recuerdo tan vivo en su interior. Tras su lectura, resulta imposible no sentir un vacío, fruto de la desesperación al ver nuestra capacidad para generar sufrimiento. 

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