Los Apalaches, un territorio literario crudo y muy real (reseña)

Si uno ha leído el conjunto de relatos comprendidos en Trilobites (Alpha Decay), sabe que el apellido Pancake no es un apellido cualquiera dentro de las letras norteamericanas de las últimas décadas del siglo XX. Breece D’J Pancake fue, pese a abandonar por voluntad propia este mundo a los 26 años, un escritor talentoso, uno de los grandes evocadores naturalistas de esa América profunda hiriente, tortuosa y siempre enigmática. Los doce relatos, que muchos consideran pequeñas obras maestras de la literatura estadounidense, nos hacen ver que la condición humana sigue siendo un misterio por resolver. A mí, su lectura, me permitió viajar hacia ese territorio rudimentario donde la frustración y la desesperación están a la orden del día. Dicho de otro modo, en ellos no hay lugar para la redención, para la esperanza. La vida es cruel, anodina, y así lo plasmó en estos textos. 

Teniendo en cuenta ese gusto amargo pero atrayente, al saber que Dirty Works iba a publicar Tierra vencida de una tal Ann Pancake, no pude contener las ganas de saber si existía relación alguna con el malogrado Breece, y cuál fue mi sorpresa al saber que sí, que ambos son parientes, parientes lejanos. No sé si el apellido conlleva o puede soportar esa inclinación por la literatura o por las artes en general, pero como decía al principio, el apellido Pancake no es un apellido cualquiera, algo que queda demostrado nuevamente en estos breves relatos que ahora tenemos oportunidad de leer gracias a la traducción de Javier Lucini.

Tanto Breece como Ann fijan su mirada en aquellos territorios yermos, de extrema dureza, de conflicto. En el caso que nos ocupa, Tierra vencida, Ann Pancake sitúa sus historias en el territorio de los Apalaches, tierras rurales en las que predomina cierto tipo de violencia —no siempre explícita— que provoca una gran tensión en el lector. Existen en estas páginas amenazas constantes, ya sea en forma de fantasmas de algunos miembros del ejército confederado o de la propia fauna y flora que puebla estos lugares en los que uno respira un ambiente asfixiante.

Estos relatos son pequeños reflejos de una resistencia, moral y espiritual, hacia la naturaleza indómita de aquellos parajes pero también hacia la propia condición humana. Sus historias describen mucho más que aquello que observamos a simple vista, reflexionando sobre la diferencia evidente entre una América y otra, la salvaje y la «civilizada». En estas páginas se citan personajes que podríamos considerar como seres marginados, extraños ante la mirada de alguien que no logra entender sus conceptos de vida. Frases lapidarias, situaciones que despiertan en nosotros una insólita sensación de estremecimiento, hambre y fuego, maternidades subversivas... 

Ann Pancake, a través de esa especie de literatura rural exenta de cursilerías varias provoca una profunda desazón, te mantiene alerta constantemente, te sumerge en las profundidades. Arraigada en su herencia apalache, su ficción, tejida a base de un lenguaje preciso, con carácter, resulta poderosa. 

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