Un sencillo retrato de la vida en el campo italiano (reseña)

«Cuando una zanahoria es mala, su alma acaba en un nabo, lo único que no tiene alma y no da flor». Existe, en esta afirmación, una mezcla de ingenuidad, belleza y nostalgia. También existe una profunda tristeza, o más bien un sentimiento melancólico que nos recuerda lo dificultoso que resulta, por pesado y poco agradecido, ganarse la vida en el campo. El mundo rural, tal y como lo conocemos, está amenazado por el olvido desde hace años, desde esa revolución industrial que provocó la migración masiva a las ciudades en busca de «una vida mejor». Así, en esa afirmación uno puede entrever el imaginario de esas gentes sencillas y austeras arraigadas a la propia tierra —y algunas de ellas, quizá, condenadas a la propia tierra—, un modo de entender la existencia como mera supervivencia, un mundo arcaico, humilde, basado en unas tradiciones primitivas y en una fe piadosa.

Ese es el universo que retrata Pina Rota Fo en la que es su única novela, El país de las ranas (errata naturae), una especie de autobiografía escrita, en mi opinión, con gran modestia, si bien esto mismo le confiere mucho encanto. No estamos ante una novela preciosista, pero sí muy sincera y descriptiva, hasta el punto de sumergirnos de pleno en una época compleja, tanto a nivel social y político como en el plano económico, como fueron las primeras décadas del siglo XX en Italia y en la mayoría de los países europeos que se vieron implicados —activa o pasivamente— en la primera guerra mundial, en el nacimiento de aquellas políticas extremas que, como sabemos, sólo han sabido provocar el terror y la miseria —como fue el fascismo, encarnado en este caso por Benito Mussolini— y la segunda guerra mundial.

Pina Rota Fo relata su infancia y adolescencia en el campo, la vida con sus padres y hermanos, el día a día con sus vecinos. Es un relato donde el desarraigo relacionado con la dura vida del campo está muy presente. Poco a poco, los miembros más jóvenes de su familia alzan el vuelo y «huyen» del nido, contrariando los deseos de un padre que ve cómo su esfuerzo y el de sus antepasados por cultivar la tierra no tendrá continuidad, provocando, así, que quede relegada al olvido, una muerte lenta e irremediable de su naturaleza. La vida lejos de la granja, lejos del campo, prometía ser mucho más fecunda, divertida, próspera, si bien en esa vida existían —y existen— otras condenas.

La política, la difícil situación de las mujeres, la pérdida de los seres queridos o la incongruencia propia de las guerras hacen acto de presencia en estas páginas que, como digo, están escritas con una prosa franca y conmovedora, donde el sentimiento de pertenencia a un lugar, a una familia, es poderoso, y donde se transmite una honda soledad, la soledad de sus gentes, supervivientes de una cultura ancestral unida a la naturaleza y sus designios, una existencia pretérita

Madre del premio Nobel de literatura, Dario Fo, Pina Rota Fo escribió una obra que conmueve por ese paisaje cargado de simbolismo y por unas escenas que reflejan un sentir profundo. 

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