Las sombras que se ciernen sobre la eléctrica Las Vegas (reseña)

Una ciudad de oportunidades y de fantasía, de puro espectáculo. Una ciudad del pecado, tiránica y miserable. Las Vegas simboliza y anticipa, como advirtiera el filósofo francés Bruce Bégout en su obra Zerópolis (Anagrama), el porvenir de nuestra metrópolis. Miedo me da, de ahí que me pregunte: ¿Por qué atrae tanto esta suntuosa urbe atestada de luces de neón y desconsuelo? ¿Qué tiene Las Vegas para ser al mismo tiempo objeto de deseo y repulsa? Es esta una ciudad en la que todo es posible, todo está a la venta, todos están en venta. El dinero marca el ritmo de vida de los millones de turistas que acuden en masa para satisfacer el ansia de hacerse millonario con un mínimo esfuerzo. Esa es su perdición, claro, la creencia de que pueden acudir a Las Vegas y salir ilesos, haciendo valer aquella frase ya mítica de «lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas». Nada más lejos, al menos para aquellas personas que, en busca de una salida fácil, decidieron irse a vivir a esta especie de monopoly en mitad del desierto buscando la felicidad que ofrece el preciado dinero. Lo que la mayoría de ellos no sabía era que únicamente iban a encontrar desconsuelo y desesperación, lágrimas y traumas.

En Hijos de Las Vegas (Pepitas de Calabaza), Timothy O’Grady ofrece el relato de diez personas que crecieron en ese espacio que es pura ficción. El autor y profesor de Chicago entrevistó a muchos de estos «niños» para conocer el impacto que la ciudad provocó en ellos. El resultado es escalofriante por lo desolador de cada uno de los testimonios. La mayoría vieron cómo sus familias se destruían por el consumo de drogas y de alcohol, por la adicción al juego, por las facturas sin pagar y las deudas... Metanfetaminas, cocaína, tragaperras y blackjack, sueños rotos y llantos, sombras que se ciernen a pesar del alto voltaje de esas luces cegadoras de los casinos y hoteles. 

Junto a estas diez entrevistas transcritas, O’Grady alterna su propio relato sobre sus días en la Ciudad del Pecado, en el cual reflexiona sobre cómo ésta se ha convertido en una metáfora de la sociedad más individualista y consumista, un rincón que promete satisfacer todos nuestros deseos pero que, sin darnos cuenta, nos fagocita, dejándonos expuestos, a merced del verdadero amo y señor de todo: el dinero.

Los testimonios de estas diez personas son tan francos que conmocionan al lector, incapaz de creerse que ese tipo de situaciones que han vivido sea posible y, para más inri, que hayan sobrevivido. Aquí se narran maltratos y secuestros, se habla de prostitución, pobreza y sobredosis, de abandonos e intentos de suicidio. Realidades que se ocultan para no mancillar el buen nombre de Las Vegas, pero que existen y que alimentan de un modo u otro la leyenda negra de esta especie de parque de atracciones para gente adulta que es incapaz de reaccionar ante la hipócrita verdad que encarna la propia ciudad. Tras leer este libro, para mí abrumador, uno es capaz de sentir lástima por aquellos que siguen creyendo en Las Vegas como una oportunidad, y no como un fracaso o condena. Un libro que te abre los ojos. 

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